lunes, 2 de diciembre de 2013

Quiero un Gran Hombre en mi vida y en mi cama

Recién publicado en la revista dDona de este mes de diciembre.

En el último artículo que se publicó sobre las energías masculina y femenina, algunas de vosotras me preguntasteis ¿qué debería hacer para encontrar a este Nuevo Hombre?

En los talleres de sexualidad que he compartido con mujeres me he encontrado, a menudo con la pregunta: ¿pero estos hombres existen de verdad? La respuesta no es fácil, pero sólo vosotras, las mujeres, las “diosas potenciales”, podéis mover estos resortes mágicos, para que se propicie este deseado encuentro.

El Hombre que deseáis ha reconocido y amado su parte femenina, un hombre que conserva lo mejor del hombre primitivo, del hombre moderno y que busca completar en sí mismo el Nuevo Hombre, suma lo mejor de ambos y le añade la  conciencia de Ser y Estar, en un mundo donde lo humano y lo divino conviven cada día, donde las sensaciones y los sentimientos también cuentan.

Es un hombre con sentido de orientación, con perspectiva, noble, respetuoso, que comparte sus bienes, sabe tomar decisiones, es generoso, perseverante y resistente.
Por lo tanto es protector, ofrece seguridad, fuerza, pasión y deseo sexual, sabe lo que quiere y va a por ello (dirección, objetivo, metas o, más profundo todavía, se deja llevar por su ser interior…), ganador en potencia y luchador nato, además de sensible, tierno, comprensivo, escuchador, buen amante y compañero, paternal, amigable, colaborador en tareas caseras y familia,…. total: ¡UNA JOYA!

Ahora sí que lo hemos puesto difícil, y si además tiene que ser guapo, rico, sin compromiso, alegre, divertido, juguetón, culto, buen bailarín,… (vamos un Grey…) llegamos a la conclusión de que es imposible.

Tenéis dos opciones: “estoy bien así” o bien “quiero a este Hombre Nuevo”,… si optas por la segunda, puedes confiar en que tu hombre cambie, o de lo contrario, abrirte a una nueva relación, pero, en ambos casos, el conseguirlo sólo dependerá de tu predisposición a cambiar viejas actitudes y abrirte a las nuevas.

Sabemos que atraemos aquello que somos,… por ello, para empezar, os recomiendo hacer una lista de las cualidades físicas (no olvidéis el sexo), psicológicas, emocionales y si queréis espirituales, del hombre que realmente deseáis (las trampas os las hacéis vosotras mismas).

Una vez hecha esta lista, pensad a qué tipo de mujer dirigiría su mirada este Hombre,… conectad con vosotras mismas, descubrid qué os falta… y poneros a vivir, a ser, a sentir, a jugar, a amar,… como la mujer que deseáis ser, la que creéis que vuestro Hombre desea.

No vale pensarlo (la mente, el cerebro es muy masculino y nos engaña), hay que vivirlo, sentirlo, ser,…

Tu marido está sentado en el sofá, los zapatos tirados por ahí, pasando de ti, con su cerveza, viendo el futbol en la Tele… y “quieres cambiarlo”, que te preste atención… no le pidas ni le digas nada, simplemente reposa tu cabeza sobre sus piernas, acarícialo suavemente y de vez en cuando manifiesta, con un suspiro, salido del corazón, las ganas que tienes de él,… míralo, siéntelo, ámalo y si te dice (bastante probable): “¿Te pasa algo, qué quieres…?” contéstale “solo quiero estar contigo,…” y bésalo. Hazle sentir el fuego de mujer que llevas dentro.

Deberíamos empezar a comportarnos como lo que queremos ser (y por lo tanto vivir) en todos los momentos posibles, en las conversaciones, en los momentos de intimidad, en la cama y en el sexo, en los momentos “especiales” donde queremos sentir que somos uno en el otro.

Dejémonos de prejuicios y de falsas creencias o tabúes y hagamos, sintiendo, aquello que deseamos; ¿quieres un preludio amoroso de besos, caricias, palabras tiernas de tu hombre, rendido y entregado a ti, antes de…?, pues pongámonos en marcha, besando, acariciando, honrando el cuerpo, el pecho, el vientre y el sexo de nuestra pareja. ¿Que queremos sentir sus dedos y su lengua jugando con nuestro sexo y haciéndonos perder el mundo de vista?, pues hagámosle lo mismo y, después de sorprenderlo, muy en plan gatita, digámosle… “a mi también me gustaría que…”

Perdamos la vergüenza de manifestarnos tal y como deseamos ser, dejemos los tabúes, las creencias, las costumbres,… los frenos, muy lejos de nosotros mismos y con la mente y el corazón limpios, sintiendo la libertad, abrámonos a esta nueva relación.

Con la pareja actual (si hay mucha rutina establecida), costará algo más de tiempo, con tus nuevas parejas costará lo que cueste encontrar al Hombre de tus sueños, sabiendo que, si te manifiestas de forma auténtica, muy probablemente conectarás con él a la primera.

La mayoría de las veces, nuestra “compostura social” no nos permite manifestarnos tal y como somos y ello no nos permite encontrar a este “Nuevo Hombre” que seguro existe y está haciéndose las mismas preguntas que vosotras: ¿pero estas mujeres existen de verdad? yo les confirmo que sí existís y les recomiendo el mismo camino. Afortunadamente, cada día, se van encontrando más cuerpos y almas afines.

Que esta nueva forma de vivir se haga posible en nuestras vidas, con todo mi corazón

Ignasi Tebé

Terapeuta y educador sexual. Formador en Sex Academy Barcelona

Estoy a vuestra disposición, a través del email: itebe3@gmail.com

viernes, 4 de octubre de 2013

TANTRA: el gran desconocido (2ª parte)


Publicado en la reviste dDona de este mes de Octubre.

Las energías masculina y femenina
Según el Tantra, el Universo nace de la unión cósmica de los principios femenino y masculino, el Yin y el Yang, el recibir y el dar, el ser y el hacer,…
El masculino y el femenino, simbolizados en el Tantra por Shiva y Shakti, han estado siempre, desde los inicios de los tiempos, en constante cambio y movimiento, avanzando y retrocediendo, aprendiendo de los errores, evolucionando.
El Hombre en la antigüedad era cazador, guerrero, rudo, pero sabía lo que quería, protegía a su tribu, los cuidaba y les proporcionaba alimento, pieles, trofeos,… cuando llegaba a su cueva era bien recibido por los suyos y su mujer ansiaba proporcionarle la merecida y esperada recompensa. Era un hombre casi salvaje pero muy masculino y noble,… el tiempo lo embruteció y le hizo creer que era el dueño de los suyos y empezó a imponer su autoridad y su tiranía machista…
La Mujer antigua era la perfecta matrona de su tribu, cuidaba de los suyos, era curandera y sanaba, mantenía la casa y sus alrededores, cultivaba las tierras y cuando llegaba su hombre le obsequiaba y se entregaba a él para recompensar su esfuerzo. Con el tiempo esta adoración, entrega y respeto se transformaron en miedo y dejó de ser mujer para ser la esclava del hombre.
Eran los tiempos (aún existen en la actualidad) de la dependencia de los sexos, ambos dependían el uno del otro, por lo que el verdadero sentido de la libertad todavía quedaba muy lejos.
Con el tiempo la mujer se reveló y quiso independizarse, trabajar, ganar un sueldo, ser igual al hombre y compartir con él las tareas domésticas. El feminismo hizo avanzar en pocos años lo que el machismo había hecho retroceder en milenios. Surgieron mujeres que gobiernan países, líderes, empresarias,… pero la mujer perdió parte de su encanto y ganó más en masculinidad que en feminidad.
Como respuesta, el hombre aprendió a cuidar la casa y los hijos, se hizo más sensible, aprendió a amar y a sentir, a pedir perdón, pero también empezó a temer, a sentirse inferior y a no saber cuál era su dirección. El hombre perdió una parte importante de su masculino y dejó de ser el hombre ideal para muchas mujeres, no sabe bien lo que es, ni lo que quiere ser,…
Así hemos llegado a la independencia, hemos perdido mucha parte de miedo, porque sabemos que podemos vivir solos, sin depender del “otro”, en aparente libertad. Te pruebas a ti mismo que puedes ser feliz solo/a. Te encargas de lo femenino y de lo masculino a la vez (trabajas, ganas dinero, cuidas a los niños,...)
Pero aún nos falta un paso más,… y de esto va el Tantra, de ofrecer nuestro masculino y femenino al “otr@”, a nuestra pareja, al universo,… para sentir en nosotros la esencia creativa, lúdica y placentera de esta unión perfecta.
El Hombre, cansado de su historia y de tantas estupideces, se para a contemplar la belleza del femenino, la belleza no solo exterior, sino “total” de su pareja y aprende a honrarla:
“A la que empecé a contemplar toda esta belleza me sentí cautivado por ella, incapaz de merecerla y mucho menos de poseerla, sólo contemplarla extasiado, admirarla y aprender a respetarla, a honrarla y a amarla, poco a poco me di cuenta de que mi masculino no podía ser herido por semejante diosa y aprendí con cautela a rendirme a ella, a entregarme y a adorarla, deseando ofrecerle lo mejor de mi, pero sin atreverme todavía…
Y fue así como de forma mágica la Diosa me miró, se acercó y quiso entregarse a mi, ofrecerse entera sabiendo que mi amor no la podía dañar y empecé a descubrirla, sentirla y gozarla y todo empezó a cambiar en mi interior, porqué en la pasión sentía su fuerza y su amor sanador, en su néctar, la fuente de la eterna juventud, en su cuerpo y en su piel un camino hacia el cielo, en su interior… el templo del amor, en sus entrañas, el oculto mundo de la felicidad que llevándome al éxtasis, nos hace dioses…”.
Queridas lectoras, como podéis ver, el Tantra nos sugiere sacar lo mejor de nosotros mismos, para poder vivir una vida llena de momentos presentes, de juego, de alegría, de amor y, porqué no, de una sexualidad intensa y apasionada. Una sexualidad que eleva a la raza humana a la categoría de “dioses” y nos invita a entrar en el éxtasis profundo de un orgasmo, que va más allá de nuestros genitales y de nuestro cuerpo, ya que nos puede llevar a la unión, a la fusión con nuestra alma, con la de nuestra pareja y con la del universo entero.
Deseando que el camino para abrirnos a esta nueva Mujer y a este nuevo Hombre, sea cada vez más corto, recibid mi abrazo.
Ignasi Tebé
Terapeuta y educador sexual: itebe3@gmail.com
Formador en Sex Academy Barcelona

martes, 1 de octubre de 2013

Preliminares en el sexo

Salvo que se trate de un "aquí te pillo aquí te mato", que va muy bien de vez en cuando, no es recomendable ir directos al coito. Es mejor ir poco a poco para disfrutar al máximo, y es por eso que son imprescindibles los preliminares en el sexo. En este artículo te daremos algunos consejos e ideas.
El propósito de los preliminares en el sexo es el siguiente: a través de mecanismo físicos y psíquicos nuestro cuerpo se prepara para el orgasmo y poco a poco os vais excitando.  Esto no sólo ayudará a aumentar tu libido,sino que los preliminares en el sexo crean muchísima complicidad porque son juegos íntimos entre los dos amantes.

Caricias: tocaros suavemente recorriendo lentamente todas las partes del cuerpo. Usa las mano o juega con una pluma, una flor, una vela erótica...
Mordiscos y lametones: son un recurso que da mucho juego. Sin abusar y hacerlo por todos lados, pero sí seleccionando las zonas más erógenas de nuestra pareja y estimularlas. Ayúdate con nata, chocolate, pintura comestible o lubricante de sabores.
Desnudarse: es un momento que si se hace bien puede ser muy excitante. Una práctica que gusta mucho es desnudarse mutuamente. Otra opción es hacer un pequeño striptease, ¡le encantará!. Y algo que puede dar un toque excitante es que al desnudar a tu pareja te sorprenda con unalencería erótica que le quite el hipo.
Hablar: el cerebro es el órgano erógeno más importante. Dile cómo te gusta, qué te pone más de tu pareja, que te gustaría hacerle o que te hiciera... a todo el mundo le pone, ¡no tengas vergüenza!


Juegos eróticos: son un preliminar perfecto, y ya están perfectamente pensados para ello. Unos dados, unas cartasjuegos de mesa... en Apasiónate encontrarás una gran variedad.
Besos: besar apasionadamente a tu pareja puede excitarla más que cualquier otro preliminar. Sobre todo si lo combinas con una mirada penetrante...

Bueno, te hemos dado un montón de ideas de preliminares en el sexo, espero que te resulten útiles y por supuesto se aceptan propuestas para ampliar el artículo!

Este artículo es del Blog Todo sexo y se puede ver aquí.

sábado, 28 de septiembre de 2013

Esclava de placer...

Hacía días que tenía ganas de jugar, ella estaba algo distante, metida en sus cosas, yo la deseaba y cada vez que la besaba, la acariciaba, la tenía entre mis brazos, por la mañana, por la noche,… sentía más y más las ganas de poseerla y hacerla mía.
No parecía que ésta fuera, por ahora, su intención, por ello yo estaba de bastante mal humor y, lo confieso, un poco cabreado.
Sabía que, otra vez más, tenía que volver a seducirla, reconquistarla y hacer que se sintiera sensual, sexy y mujer, para que volviera a abrirse y deseara ser mía otra vez.
Debía entregarme a ello, ponerle imaginación y ganas para poder sentir lo que tanto deseaba: que ella quisiera someterse, entregarse, rendirse,… y hacerse mía, libremente.
Me gustaba la meta y ésta vez pensé en un juego potente, embriagador para los dos, por ello me puse a jugar el rol de hombre dominador y empecé a actuar: ¡Ven aquí!, ¿Porqué estás tan distante?, ¿Es que acaso crees que te quiero menos?,… No me gusta lo que estás haciendo estos días y quiero tenerte para mí, te merezco y quiero que seas mía,…
Ella empezó a comprender de qué iba el juego, no estaba muy puesta pero vio que yo sí lo estaba, incluso sentí que le excitaba, y se dispuso a seguir,…
Me parece que esta niña mala tiene que ser castigada… ¿Estás de acuerdo?...
El juego empezó, empecé a sudar un poco y ella también, sabíamos que a los dos nos encantaba y que era un juego que nos llevaba a vivir nuestra relación de una manera más intensa, hermosa, compinchada y fácil….
Debo confesar que ya había preparado en nuestra habitación los accesorios para ello, aprovechando que había estado dos horas fuera…
Le vendé los ojos (llevaba la venda en el bolsillo) y la llevé con seguridad a la cama. Allí la desnudé con firmeza, sin roturas pero sin tapujos, y mientras lo hacía le iba diciendo que estaba muy dolido y que me lo tenía que pagar, le até las muñecas con unas esposas en la espalda, la puse con el culo al aire sobre mis rodillas y mientras la acariciaba le decía, ¿porqué eres tan mala conmigo?… y entre caricias le iba propinando algunos sonoros cachetes que poco daño le hacían pero sí que la sorprendían por lo inesperados. Se iba calentando, lo notaba con su respiración y por el olor a la humedad de su sexo que llegaba a mi olfato; sus nalgas algo sonrosadas me pedían besos pero debía seguir con el juego que conscientemente había empezado, la pellizqué un poco y la solté, agarrándola bruscamente y tumbándola boca arriba en la cama.
Le solté las esposas y de inmediato la até a los cuatro costados de la cama, abierta de brazos y piernas, con su vulnerable desnudez al aire. Paré y puse una música de Barry White, mientras yo me desnudaba y me vestía de acorde al momento: boxer de cuero, máscara, muñequera y collar de cuero, con un látigo de suaves tiras en la mano. Mientras le iba diciendo cosas para no enfriar la temperatura,… “¿te gusta esta música?, presta atención porque voy a follarte a su ritmo”, “¿quieres tocarte… eh, guarra?, ahora solo te puedo tocar yo y además tendrás que esperarte, jódete, por mala…”. Se removía buscando el roce y placer de la sábana mientras me esperaba ansiosa…
Con un “aquí estoy” le di un sonoro cachete sobre el sexo, la sorpresa fue tremenda, no se lo esperaba, había aprendido a dárselos produciéndole una extraña mezcla de placer, sorpresa, vergüenza y la dosis justa de dolor; le siguieron algunos pellizcos en los pechos, que hermosos los tenía la muy jodida… me animé y cogí del cajón las pinzas para tan dulce tortura, pinzas que iban con una cadena ligera para tirar de sus pezones y así ver cómo se arqueaba pidiendo un sexo que ahora no le iba a dar.
Sudaba, gemía, temblaba de excitación,… lo mejor estaba por llegar. Mientras daba suaves tirones a sus pezones, le empecé a acariciar su sexo con el mango del látigo, de vez en cuando se escapaba algún latigazo sobre su vientre, sobre el costado o sobre sus perfectos y torneados muslos. Semejante espectáculo la estaba excitando cada vez más y a mí,… ¡qué os cuento!...
Empezó a gemir pidiendo disculpas, diciéndome que quería que la hiciera suya, que la tomase, que la follase, que la aceptase tal como era, que se portaría bien, que lo intentaría,… le dije,… “voy a quitarte la venda de los ojos”… cuando me vio se quedó impresionada, tras mi máscara y con el atuendo, yo mi hice el serio para no romper a reír, seguí con mi rol de duro y castigador, me saqué la correa del cuello y se la até al suyo, su cara era de sorpresa, no sabía qué estaba pasando por mi mente y decidió rendirse a lo que fuera, lo noté y mi actitud cambió, me encantaba verla, sentirla así, rendida, suplicando, sumisa y obediente a la vez que libre como animal salvaje, como mujer y como diosa del sexo, empecé a ser más dulce con ella, aunque sin dejar de ser duro, los latigazos y cachetes se fueron transformando en caricias, besos y suaves mordiscos, algún tirón, algún cachete, alguna palabra fuerte, pero ella se estaba rindiendo y yo cada vez sentía más deseo, respeto y amor por ella. ¿Qué se puede sentir cuando la pareja que amas se te rinde, así, de esta forma, sin condiciones?
Cambié, le solté las piernas y se las até de nuevo, con mosquetones a las muñecas, ahora se había quedado absolutamente con todo su hermoso culo al aire y a mi total antojo. Gimió de deseo al notar mis intenciones y empezó a decir: “tómame, hazme tuya, no te prives de nada, poséeme,…”
La miré a los ojos, sonreí maléficamente y empecé a besar su bajo vientre, era toda mía, la única barrera la habíamos creado nosotros con nuestra honra y respeto mutuos, me dispuse a saciar mi apetito sorbiendo, lamiendo su gran tesoro y bebiendo del zumo de sus entrañas, sintiendo el placer que mi gula generaba en su cuerpo, por los estremecimientos, gemidos y palabrotas que de vez en cuando salían de sus adentros. Le comí el sexo, jugué dentro de él con mis dedos, busqué sus puntos mágicos y con mis dedos bien untados poseí su culo, dilatando su esfínter y buscando sus zonas de placer más ocultas, es increíble percibir el placer del otro con tus dedos, con tu lengua, con tu fuego, es como si él/ella fueras tú.  
“Me gustas así de sumisa, así de guarra, de abierta y de sabrosa,… te voy a follar con todas mis fuerzas,…” mis sentimientos eran dobles y dobladas eran mis emociones: pasión y deseo animal, respeto y casi veneración, por su entrega total. Mis testículos no podían aguantar más, iban a estallar y quise hacerlo dentro suyo… le agarré con fuerza su cadera y en aquella posición tan sumisa, la tomé penetrando su cuerpo con el mío, hundiendo mi hombría en sus entrañas, tratando de llegar a su corazón, poseyendo a la mujer rendida, amando su alma salvaje.
Se arqueó, quiso soltarse y no pudo, sumisa, atada, esclava, estalló con un intenso grito de muerte y de placer, se fue no se adonde, sus ojos me indicaban que no estaba allí, el rictus de sus labios y sus espasmos de placer te decían que estaba perdida en el “País de las maravillas, con su conejito…”.
Mi cuerpo no podía esperar más, saqué mi virilidad de su cueva, tomé aire, me centré y la penetré locamente por el culo, este culo que había estado adorando, besando, lamiendo y abriendo unos minutos antes. La estrechez de su ano aprisionaba, en el vaivén sodomizante, mi hinchado pene, esperé un poco a que ella reaccionara, pasó de su primer orgasmo al segundo, anal y completo, arqueando su espalda, gozando de una energía intensa que subía por su espalda y la llevaba al éxtasis,… yo también me rendí y solté mi hombría contenida entre convulsiones y gritos de placer,… me fundí con ella en un lugar donde las luces de colores bailaban de forma sensual, donde las diosas del sexo y del amor te miraban a los ojos y te decían,… ven aquí,… ahora.
Solté sus ataduras, dejé libré su cuerpo y su alma,… y la abracé, amándola hasta el infinito,… Mi diosa… 

Ricardo Alas

martes, 17 de septiembre de 2013

Acoso sexual

Estaba sentado al lado de la ventanilla del autobús, cuando, parado en un semáforo, vi a una joven que parecía ser acosada por dos chicos. Mi instinto paternal me puso en alerta, disponía de tiempo y bajé en la siguiente parada, justo al cruzar la calle. Me acerqué a paso ligero y antes de cruzar observé la escena; evidentemente la chica lo estaba pasando mal con aquellos dos chicos que parecían estar obligándola a ir a algún sitio.

Crucé la calle, cogí aire, me acerqué a la chica y cogiéndola del hombro le dije: “hola hija”, dándole un dulce beso en la frente y guiñándole un ojo de espaldas a los chicos, ella dudó unos instantes y contestó: “hola papá”, devolviéndome el beso en la mejilla, me volví para decir: “¿te están molestando estos chicos?” pero ya se habían dado la vuelta y salían casi corriendo.

La chica temblaba, todavía tenía mi mano sobre su hombro y noté que sus piernas flaqueaban… “lo has pasado mal, ¿verdad?”; su respuesta fue ponerse a llorar sobre mi hombro, la abracé como a una hija y dejé que se desahogara libremente.

Pasado el primer momento, le dije que tenía una hija de su edad y comprendía muy bien el mal rato que había pasado y que, si quería hablar un poco del tema, hasta que se le pasase el disgusto, podía invitarla a un café en una terraza que se veía muy cerca; creo que me gané su confianza, porque asintió diciendo: “me irá bien hablar, muchas gracias señor” con una media sonrisa y los ojos colorados de llorar.

Pasadas las presentaciones y después de nuestro primer sorbo, le pregunté: “¿ocurren a menudo estas situaciones?” y empezó a contarme una serie de malos momentos que habían vivido ella y algunas amigas desde los 15 años.

Me contó algunas anécdotas que recuerdo: en el colegio una vez se encontró en una encerrona con tres chicos en los lavabos, sus gritos los alejaron pero quedó marcada entre un grupo de chicos. En la universidad fueron dos chicos que no paraban de tocarla, en medio de la clase, hasta que tuvo que levantarse, dejar el aula y vigilar bien donde se sentaba cada día; a una amiga un profesor la tentó varias veces con chantajes y promesas de mejores notas si tenían un rato de intimidad, entre clases, en su despacho; a otra amiga, un día de lluvia, un chico se ofreció a llevarla en coche a su casa y quiso abusar de ella. Sentí vergüenza de ser hombre por todo lo que me contaba y admiraba el ver cómo ellas habían ido reaccionando y saliéndose del apuro en cada caso, con trucos y estratagemas que habían ido aprendiendo solas o compartiéndolo con amigas íntimas.

Cuando salían, la cosa empeoraba, el alcohol y las drogas ayudan a muchos hombres a sacar de su interior lo más bajo de ellos mismos, así lo contaba ella: “se piensan que porque vas a divertirte con amigos, porque te ven con un vaso largo en la mano o porque vas luciendo el tipo ya tienen derecho a decirte lo que les pasa por la cabeza, a tocarte, sobarte y casi a follarte, luego están los que te siguen al salir, los que se te cruzan por la calle, los borrachos y los colgados”… toda una retahíla de personajes que, muchas veces, transformaban en una pesadilla el ocio o el simple hecho de caminar por la calle.

Seguía comentando: “y en el trabajo, una se encontró con un compañero que se pensaba, de forma idiota, que la podía conquistar con algún manoseo o sobada de mal gusto, sin contar con palabras fuera de contexto, miradas muy incómodas…”

Dejé que se desahogase, aunque la boca de mi estómago se estaba encogiendo al sentir su inseguridad y angustia, cambiamos el tono de la conversación y le ofrecí lo poco que podía darle, mi punto de vista como hombre, mi experiencia y mi deseo de trabajar con los hombres, para que fuéramos cada vez menos brutos y aprendiéramos a amar el femenino y a respetar a las mujeres en toda su belleza, sensualidad y sexualidad. Estaba llegando la hora de terminar con aquello de “ellas se lo buscan”, “te lo está pidiendo a gritos” y un montón de sandeces machistas.

Me despedí y le di mi teléfono, por si algún día necesitaba hablar.

Me volví a sentar en la mesa y mientras me tomaba el segundo café fui pensando en algo que, de tan común, parece olvidado: el acoso sexual que muchas chicas, especialmente jóvenes, padecen en todo el mundo.

Como educador sexual, terapeuta y escritor, hago lo que puedo, pero sentí que debía escribir este post, en señal de protesta y como punto de reflexión:

Si eres una mujer la que lo estás leyendo y quieres añadir algo, por favor, haz tu comentario…

Si eres hombre, reflexiona y comparte tus pensamientos…

Desearía que llegase el momento en que los hombres aprendiéramos a admirar, contemplar, respetar, honrar, venerar, amar… al femenino y en especial a nuestras amadas mujeres: nuestras madres, hermanas, hijas y parejas; las otras mujeres también son madres, hermanas, hijas o parejas de alguien.

Y aunque no las conozcamos y sólo veamos una chica bonita, son mujeres que desean sentirse libres de elegir, de vestir como les guste, de decidir y de hacer lo que su corazón les dicte.

“A la que empecé a contemplar toda esta belleza me sentí cautivado por ella, incapaz de merecerla y mucho menos de poseerla, sólo contemplarla extasiado, admirarla y aprender a respetarla, a honrarla y a amarla, y así, poco a poco, me di cuenta…

… de que algún día podríamos celebrar el día del “NO ACOSO” y las mujeres no necesitarían ingeniarse artimañas para estar “a salvo” y podrían mirar a los hombres, cara a cara, sin miedo ni rencor, con el respeto y el amor con que nosotros las mirásemos a ellas”

Ignasi Tebé

Terapeuta, educador y escritor sexual.

Colaborador de Sex AcademyBarcelona

viernes, 30 de agosto de 2013

Dulce amor añejo

Estaba en la sala de espera del hospital una hora antes de que me dijeran que se me había reproducido otro tumor en la vejiga y que de nuevo tendría que pasar por la operación, postoperatorio, tratamiento, instilaciones, etc.

Delante nuestro había una pareja de personas mayores, él unos 80, ella unos 70 y muchos, el enfermo era él y ella no sé que le contaba, pero le hacía reír, se tocaban, algunos besos, él me miró como queriéndome decir “la quiero, ¿te extrañas?”… me los imaginé en la cama amándose, comenté con mi pareja la belleza de la escena, le dije “quiero escribir sobre el sexo de estos dos…” y al llegar a casa, pasado el bajón de saber que mi cáncer todavía seguía ahí y el subidón de saber que seguiré amando la vida, cada día y escribiendo mis sentimientos sobre esta maravilla que es el sexo y el amor,… me dispuse a escribir este post:

Hoy era su 78 cumpleaños y ya llevábamos 51 años de casados, llevaba días pensando en qué regalo le haría, no era fácil, así que decidí darle lo mejor a mi amada Lucía…

Aquella noche le pedí que me dejara la cocina para hacerle una cena especial, ya había ido a comprar lo necesario y lo había medio camuflado en armarios y en la nevera (dentro de una bolsa, que recé para que no abriera). Una cena de otoño, con una crema de marisco y una ligera parrillada de pescado acompañada de verduritas a la brasa. Un Albariño (le gustaba este vino para el pescado) y, como no, una tarta con dos velas, el 7 y el 8, y tras una infusión de hierbas, un chupito de Chartreuse verde; como veis, una cena sencilla para mi reina.

La amaba con locura, muchísimo más que el primer día cuando la vi en casa de unos amigos poco después de la mili. Seguía igual de hermosa, más encogida, con hermosas arrugas, hechas de alegría y felicidad, una madraza con nuestros hijos y su prole, amiga de la vida y, conmigo, toda una compañera de camino, de aquellas que te hacen amar el pasado y el presente, además de una excelente mujer, amante y cuidadora… todo un amor.

La cena transcurrió con alegría, adornada de unas velas y con un CD de música sensual que le encantaba y que usábamos cuando nos dábamos masajes el uno al otro. Aquella noche tenía algo de especial, ella intuía que detrás de esta cena había una sorpresa, porque sus miradas eran de las que preguntan sin querer saber la respuesta. Llegó el pastel y antes de soplar las velas cerró los ojos unos instantes, estaba preciosa a media luz, ¡cuánto amaba y deseaba aquella mujer! Sonrió picaronamente antes de abrir los ojos, me miró y sopló sus velas con una gracia que me hizo estremecer.

Charlamos del largo camino que habíamos recorrido juntos, de nuestras aventuras de todo tipo, mías, suyas, de trabajo, con nuestros hijos, los nietos, el yerno, los amigos… algunos ya no estaban y sobre todo nuestra conversación giró entorno a lo mucho que los dos queríamos hacer todavía: viajar, leer, salir y, cómo no, amarnos mucho en la cama y donde fuera… recordamos algunos momentos lujuriosos de nuestra vida, el último en casa de unos amigos, en un rincón de su jardín, el pasado verano… los dos, como ocurría a menudo, nos calentamos, de aquella forma tan hermosa en que quieres besarla, acariciarla y saborearla desnuda, hasta el amanecer.

En plan caballero la invité a levantarse y bailando al compás de la música le dije con la cara más seductora que supe: “¿apetece algo más…?” Sonrió y me dijo: ves al baño, túmbate en la cama y espérame, no te duermas por favor; mi corazón se aceleró, ahora podría darle mi regalo de verdad.

Me había comprado unos boxer negros que me quedaban muy bien y una camiseta sin mangas a juego, hacía tiempo que no me ponía algo parecido, bajé la sábana encimera y la plegué a los pies de la cama, encendí unas velas, cambié y subí el volumen de la música y llené la sábana de pétalos rojos de rosa, de los que huelen, me tomé media viagra para estar más a tono con ella y la esperé sentado en la cama, con un ramillete de rosas blancas, una caja de bombones y una botella de cava bien fría escondidas en mi mesita de noche.

Salió radiante, su pelo recogido y un corto camisón blanco con lacitos rosas que le regalé hace un par de años, olía a romance, se hizo la coqueta y cuando vio los pétalos de rosa y la luz que nos rodeaba, se tumbó con los brazos abiertos y me dijo, “¡qué feliz que soy… cuánto me amas!”, me abrazó y nos pusimos a besarnos con tanto deseo que parecíamos recién casados; tomé aliento y le di el ramo de flores; mientras las olía, le subí el faldón del camisón y empecé a besar su vientre, jugando con su ombligo, bajando poco a poco hacia su sexo, queriendo oler su flor particular. Me paró sonriendo: “¡no corras tanto… que no hay prisa!”

Me senté en la cama mirándola embelesado, “¿todavía me tienes ganas pillín?”, “ya lo ves Lucía… como el primer día”, la besé y abracé con miedo a hacerle daño, ya notaba la pasión de la viagra subiendo por mis venas.

“Toma cariño, los bombones que te gustan” y le acerqué una caja de bombones rellenos de licor y frutas, como ella los prefería; tomó uno de aquella forma que sabía, saboreándolo y deshaciéndolo en su boca, tentándome a probarlo, sorbí parte del bombón en su boca y después abrí el cava, llené las dos copas y comiéndonos a besos, con lascivia, dije: “quiero comerte a ti”, se estremeció y sonriendo dijo: “no te atragantes, glotón…”.

Con dulzura le quité el camisón y empecé a besarla desde arriba, bajando despacio por sus pechos, besando y lamiendo sus pezones, sorbiendo cava en su ombligo, lamiéndolo entre sus pliegues y curvas, gozando del bombón que tenía frente a mí y que tanto amaba. Le quité las bragas y luego, después de mirarla con amor, me puse a saborear la exquisita delicia que tenía entre sus piernas, le echaba cava de mi copa y lo sorbía entre sus labios vaginales, acariciaba y lamía suavemente con mi lengua el preciado tesoro de mi amada, empezó a mojarse de algo más que cava, nunca había tenido sequedad vaginal, era como un fresco oasis que, un caminante sediento como yo, siempre encontraba. Su deseo iba subiendo y mientras con una mano jugaba con sus pezones, metí un par de dedos dentro de su templo sagrado, acariciando su interior, besando su altar, gozando de su cáliz y bebiendo de él.

Gimió al principio, se le aceleró la respiración, el corazón le iba a cien, me asusté un poco… “¿estas bien mi amor?” sin dejar de suspirar dijo: “en la gloriaaa…” y pegando un grito se sumió en un orgasmo de los que marcan época, la de su cumpleaños.

La abracé con las fuerzas que tenía y le besé los párpados cerrados que le permitían estar en un lugar lejano, donde los años no pesan y el amor se vive siempre.

Los entornó y me dijo: “tu eres el mejor regalo de toda mi vida”, y la fiesta siguió hasta que se terminaron los bombones, el cava, y abrazados los dos le volví a decir: Felicidades Lucía, ¿te gustó mi regalo?

Ignasi Tebé

Terapeuta y educador sexual.
Colaborador de Sex Academy Barcelona

viernes, 23 de agosto de 2013

Divina tigresa


Oh! divina diosa de tigresa vestida,
tu suave piel me ansía y también me fascina,
hoy quieres mostrarme toda tu valía.
Desnuda estás sentada sobre mi sexo,
mirándome provocadora, incitándome,
quieres sentir mi calor y mi deseo,
siento como tus labios me buscan,
desean sentir la caricia de mi sexo,
buscan el suave roce de mi vello,
se paran al sentir el calor de mi cuerpo,
suspiran al quemarse con el calor que llevo dentro,
tigresa eres hoy, poderosa y dominadora,
mi impides hacer nada, hoy eres mi ama,
cual serpiente, vas ascendiendo sobre mi vientre,
abrazando con tus piernas mi cuerpo,
ardiente estoy, poseído me siento,
de tu calor, de tu humedad, de tu sexo,
¿qué haces diosa que enciendes mi fuego?

Provocadora, usurpadora, ladrona de mi corazón,
sobre mi pecho sentada, me miras, mi ama,
mis brazos sujetos, me siento tu esclavo,
me obligas a mirarte a los ojos del alma,
siento que algo quieres darme y robarme,
tus manos te acarician, tus ojos miran al cielo,
tus labios ardientes, frente a los míos,
dedos que me descubren tus íntimos adentros,
abres tu sexo mostrando tu riqueza,
el poder que llevas dentro me hace temblar,
las caricias en tu sexo me hacen soñar,
veo como te penetras jodida, haciéndome mirar,
tu boca rezuma el zumo de la ansiedad,
mi boca desea acercarse a la tuya,
pero dominadora y lasciva, tú me lo impides,
sólo mírame, deséame, siénteme, me pides
y contemplo como rezumas pasión y placer,
el latido de mi corazón lo sientes entre tus piernas,
tus ojos ladrona, me lo delatan,
yo siento sobre mi pecho tu humedad,
el fuego que sientes dentro,
tus espasmos de placer, los latidos de tu sexo,
te arqueas abriéndote más, dándome todo y nada,
siento un vacío en mi corazón,
no soy yo, soy tu, lo conseguiste arpía
y sintiendo tus espasmos sobre mi pecho,
oigo el grito de tu diosa victoriosa,
culminaste tu placer y el mío.

Veo salir tus gotas embriagadoras,
que con mis labios, ahora sí, deseo sorber,
despertaste en mi a la fiera, soy un salvaje,
ya no soy un dios, solo un ardiente hombre,
te lamo y seco tu sexo, me embriago,
sabor, perfume, amor, ¿qué es esto?
Ahora soy yo quien voy a dominarte,
poseerte y penetrarte hasta donde no llegaste,
soy yo quien ardiente viene a cubrirte hembra,
quien loco de pasión en tu sexo va a hundirse.

Loco corazón, me estás haciendo traición,
puesto que vuelvo a ver a la tigresa diosa
y siento respeto, honra y adoración,
por tu vientre y por tu sexo,
por tus entrañas de mujer y de hembra.
Poseído vuelvo a estar por tu mirada,
que me pide fuego y pasión,
que me ruega entrega y sumisión.

Siento el deseo de entrar en tu sexo, en tu templo,
y una vez dentro, rodeado de luz y de belleza,
siento tu humedad cálida, tus latidos, tu ternura
y allí dentro encuentro paz y silencio,
Te escucho respirar, cierro los ojos
y veo en tu templo llegar a tu diosa,
tiene forma de yegua blanca, tiene alas…
es lasciva, coqueta, juguetona, pero digna,
dulce, cariñosa y tremenda,
me busca, es una hembra en celo,
se contonea, se ofrece se acerca
y perdido en este paraíso obsceno,
salto sobre ella y la monto
y en mi locura arranca su vuelo,
llevándome montado en ella, llevándome muy lejos,
el cielo me acoge, las estrellas ríen,
el universo me sonría, siento a mi dios,
galopar divino, montada de éxtasis,
siento el diluvio sobre mi cuerpo,
me llueven sonrisas, belleza y deseo,
siento salud y una juguetona juventud,
la abundancia me cierne, me acoge,
pierdo mi yo y me siento Uno,
con mi yegua alada, con el universo
y en este orgasmo divino,
por fin comprendo en mi corazón,
la no existencia del tiempo.

domingo, 18 de agosto de 2013

SEXO SENTIDO: con mucha vista

La vista es quizás el más importante de todos los sentidos, especialmente para la mayoría de hombres, y cada vez más para las mujeres.

La carencia de cualquiera de los sentidos refuerza inmediatamente los restantes. Así, por ejemplo, los ojos vendados nos pueden dar mucho juego, ya que la carencia temporal de lo visual nos ayudará a sentir mucho mejor los sonidos, los olores, los sabores, las sensaciones táctiles y, como no, pondrá en marcha nuestra imaginación y despertará las fantasías.…

Por lo general, los hombres somos más visuales que las mujeres, nos gustan los desnudos hermosos, algunas revistas, las películas porno, los sex shops, la lencería erótica, etc.; no obstante, para la mayor parte de nosotros, una mujer semi-vestida es mucho más excitante que completamente desnuda, pues nos permite dar rienda suelta a nuestra imaginación y recrearnos en lo que se intuye y precisamente no se ve.

La imaginación es una gran aliada de este sentido visual; la mayoría de fantasías eróticas, en ambos sexos, tienen como ingrediente común un sinfín de imágenes sugestivas.

Las mujeres son también cada día más amantes de lo visual, del color y de la forma, aprecian que un hombre sepa vestir conjuntado, que la hombría se pueda ver, oler y tocar, el tórax de un hombre varonil, las facciones de una cara o también un hermoso trasero masculino. La atracción del uno hacia el otro, en ambos casos, generará el interés, levantará el deseo, irá despertando pasiones y nos llevará, a los amantes, a jugar y a hacer locuras.

Mirar al otro/a en nuestras relaciones sexuales y amorosas es muy placentero y por lo tanto la luz y el color son muy importantes (luz, velas, cortinas,… calidez). Una vez creado el ambiente idóneo empezará el gran juego.

Durante el transcurso de nuestra relación sexual, tanto en los preliminares, como durante los momentos álgidos de placer y la fase posterior, mirar el cuerpo de nuestro/a amante, mirar sus ojos, nos acercará física, sexual y emocionalmente. Llegar al orgasmo mirándose a los ojos es darlo todo, es ofrecer al otro/a el momento, con toda nuestra vulnerabilidad y todo nuestro placer.

Miradas que irán expresando sentimientos, emociones, deseos y pasiones, miradas que llegarán al alma, que le harán sentir mariposas en el estómago o directamente en su sexo,... miradas tiernas, inocentes, dulces, amorosas,… de dominio, de rabia, de sumisión,… de amigo/a, de compañero/a, poderosas,... de amante, de conquistador/a, miradas seductoras, ardientes, felinas, de provocación, lascivas, pecaminosas, sensuales, sexys,… embriagadoras, penetrantes… El poder de la mirada no tiene límites, nuestros ojos pueden expresar infinidad de matices, además de decir a nuestra pareja, todo lo que deseamos y sentimos.

Una mirada a los ojos, a la cara, al pelo, a los labios, cuello, repasando todo el cuerpo, mirando somera o descaradamente los pechos, fijándose en el sexo, (cuando las mujeres lo hacéis a un hombre, éste generalmente se desarma), en las piernas o en su culo... nuestra pareja ha de sentir que la miramos y con qué intención lo hacemos. Jugad con vuestra pareja a ponerla a mil sólo con la mirada y la intención que hay tras de ella; probad a hacerlo en un momento poco erótico, por ejemplo por la mañana, durante el desayuno… a ver qué sucede…

En realidad, todo lo que hagamos con cualquiera de nuestros sentidos, siempre será potenciado por la intención que le pongamos. Una mano sobre nuestro sexo puede hacernos sentir: paz, calidez, ternura, confianza, sentirnos honrados, respeto,… o  también nos puede hacer sentir deseo, posesión, pasión, gula, lujuria, atrevimiento, descaro,…

En la intimidad, deberíamos ser capaces de desnudarnos, incluso las parejas veteranas, con gracia, regalando despacito cada parte de nuestro cuerpo a los ojos de nuestro/a amante. Si es un momento apasionado, desnudar al otro nos ofrecerá la posibilidad de decirle muchas cosas,… “me gusta lo que veo”, “qué hermosa eres”, “cuanto te deseo”,… o un más apasionado “te quiero ya”, mientras casi le arrancamos la ropa.

El lenguaje de nuestro cuerpo debería transmitir las intenciones y todos estos sentimientos y pasiones de forma clara, nuestra postura, nuestros brazos, nuestras piernas y especialmente nuestra mirada, transparente, auténtica, aunque deseando abiertamente su cuerpo. También podemos ayudarnos de factores externos a nosotros, por ejemplo vendar los ojos sirve para ganarse (si somos capaces) la confianza total del nuestra pareja, atarla es dominio, una luz muy tenue es intimidad, una luz rojiza pasión…

“…déjame mirarte, le dije, quiero disfrutarte poco a poco, la cálida luz de la habitación teñía su piel y la hacía más morena aún, su piel parecía más suave, sus redondeadas formas, más apetecibles aún…

Le tocaba lo que estaba mirando, rozando con mis dedos las partes contempladas, acariciando con mi mirada el cuerpo amado, haciéndole sentir lo que veía, lo que pensaba y lo que sentía; de vez en cuando un corta frase: - Mmmmm me gusta tu cuello -, - querida, que hermosos son tus pechos -, - me gustan tus dedos -,… notaba que se iba excitando por momentos, mi mirada era descarada, desde sus ojos hasta la parte deseada de su cuerpo, relamiéndome a veces, suspirando de deseo, una caricia, un achuchón, un beso,… y así seguí turbándola con mi descaro.

Le dí la vuelta y  seguí con su espalda, con su hermoso culo, (se lo hacía saber, ahora nuestros ojos no se encontraban), separé suavemente sus nalgas, atreviéndome a mirar sus ocultas moradas, - cuánto te deseo (caricia) -, - tienes un culo precioso (beso) -, así fui calentándome y calentándola, hasta tal punto que cuando la volví de cara otra vez, para besarla sin dejar de mirarla, desde sus pies hasta su sexo, - que bien hueles -, - me gustas (la saboreé) -, hasta llegar a sus labios, sin dejar de mirar en sus ojos, nuestra pasión se volvió fuego y tuvimos que sumergirnos el uno en el otro para apagarlo.

Aquel día, cuando ella llegó al orgasmo, su mirada me atravesó mirando al infinito y mezclándose con su grito de placer, supe que estaba viajando muy lejos, pero a través de mis ojos, muy cerca de mi alma”


Ricardo Alas

viernes, 9 de agosto de 2013

Masturbación femenina, en pareja

Ahora ya sabemos que masturbarse es, tanto física, como psíquicamente, saludable. Las personas que se masturban y hacen el sexo con frecuencia gozan de mejor humor, de un carácter más alegre, menos propenso al estrés, ansiedad, depresiones,… vaya, que aunque a algunos no les guste reconocerlo, masturbarse es una buena costumbre.

Esto es válido tanto para los hombres, que siempre hemos alardeado, más o menos, de ello (incluso entre amigos o en público), como para las mujeres que lo gozan más en secreto y que aunque cada día lo practican más, según la estadística aún están por debajo de los hombres (95% en los hombres, 89% en las mujeres).

El hombre, en general, se masturba de forma mucho más rudimentaria que la mujer; el hombre muchas veces se limita al típico sube y baja de su mano sobre el pene, mientras que la mujer se lanza más a tocarse el cuerpo, a mimarse, amar su sexo, acariciar sus zonas más sensibles o incluso a utilizar juguetes masturbadores que hacen maravillas.

Lo que muchas parejas desconocen como se masturba ella o él. A veces en los preliminares nos masturbamos el uno al otro, buscando el placer del amado o amada, pero hemos de reconocer, que el no saber bien lo que le gusta o no, nos impide ser mucho mejores proporcionando estos tipos de placeres a nuestras parejas.

Es cierto que hay un porno que muestra cómo se masturban algunas mujeres, pero nada mejor que regalarle a tu pareja un porno en vivo, contigo masturbándote con todo el amor que seas capaz, delante de él (o de ella). ¿Te imaginas lo que sentiría ella, lo que sentiría él?

Por descontado, este tipo de obsequios no dependen de la condición sexual, cualquier persona, con ganas de jugar, puede ofrecerle este regalo a su pareja, aunque yo lo narre como heterosexual.

A los hombres no sólo nos pone a mil ver como nuestra pareja se masturba, sino también aprender disfrutando, con una clase práctica, mirando y haciendo de “voyeur” admirado. La mujer masturbándose frente al hombre se exhibe y demuestra su poderío, nos está diciendo que es la dueña de su cuerpo y que dispone de él libremente; por ello, por que le da la gana y porque nos ama o quiere provocarnos, nos obsequia con el espectáculo que rendirá a la pareja ante su sensualidad, su sexualidad felina y su alma femenina.

“... me dijo “no vas a tocarme” y me esposó las manos al cabezal de la cama, “¿te estarás quieto o te ato los pies también?”; no hizo falta, le dije un sí de corazón sin saber lo que se proponía,… cuando la veía así de decidida, se volvía irresistible y, además, una extraña y seductora belleza aparecía en su mirada.

Se desnudó lentamente y contoneándose como una gata se sentó suavemente, a pelo, sobre mi sexo aún sin despertar. Empezó a acariciarse poco a poco, cerró los ojos como si yo no estuviera, no desperdiciaba ningún centímetro de su piel, ahora lo hacía con la palma de la mano, ahora con sus dedos, más fuerte, más suave, pellizcándose los pezones suavemente, ahora una mano bajaba por su vientre, acariciándose las caderas, subiendo mientras la otra mano descendía,... la oí suspirar y empezar a jadear y pronunciar sonidos mágicos,... mi sexo se había excitado, aprisionado debajo del suyo ansiaba penetrarla, me moví un poco buscando la manera y ella con una maléfica sonrisa avanzó y se sentó sobre mi vientre, dejando mi sexo en solitario. Hice una mueca de disgusto, pero pasó de mí, cerró los ojos y siguió mostrándome cómo amaba su cuerpo entero y enseñándome a amarlo a mi también.

Sus pechos resplandecían a mis ojos, y aunque ahora rondaba los 50 y le caían ligeramente, los veía como los más hermosos que jamás hubiera imaginado, eran los suyos, los de mi pareja, que me estaba regalando sus caricias y haciéndome subir la temperatura, su barriga era deliciosa y su cara, cada vez más cercana al éxtasis, me recordaba imágenes de algunas diosas mitológicas.

Su ritmo se aceleraba, como el mío, me miró con una sonrisa de mujer satisfecha de si misma y me dijo: “hasta luego”,... cerró los ojos y se enfrascó en acariciarse senos, sexo, vagina, clítoris,... lo acariciaba con sus dedos, se relamía, a veces me daba sus dedos para que chupara su néctar precioso, veía su sexo húmedo y lo olía deseando tenerlo más cerca de mi boca para besarlo y lamerlo,... parece que me oyó, su puso de rodillas sobre mi cara para que la viera bien pero no pudiera tocarla, una gota mágica resbaló sobre mi mejilla,...

Siguió masturbándose y haciendo de ello un arte, empezó a moverse, jadear, soltar todo tipo de palabras y en medio de mi total excitación hizo estallar la suya sobre mi cara, viendo sus convulsiones, sintiendo en mis entrañas su placer, sintiendo mío su regalo.

Se posó sobre mi cara, me soltó las manos, deseando un beso que la relajara, unas caricias que la hicieran volver y sentí adoración por su sexo, por su orgasmo, por toda ella, como amante, por su atrevimiento,…”

¿Os imagináis una escena parecida, esta vez siendo el hombre el que se masturbe (con un poco de arte y amor hacia su cuerpo), pensando en sí mismo y ofreciéndole este regalo a su pareja?

Me gustaría recibir vuestros comentarios tanto de hombres como de mujeres.

Con todo mi cariño

Ignasi

Terapeuta, escritor y educador sexual