En todo el mundo de las
relaciones íntimas, existe siempre, en unos momentos más que en otros, la
pasión, el deseo imperioso y vital de hacer el amor, de unir los sexos de
ambos, muchas veces nuestras emociones y algunas veces nuestras almas en un
abrazo orgásmico que nos lleve al placer de los cuerpos, a la descarga de
tensiones, a la unión de las almas, a la comunión íntima.
No siempre, en el mundo de las parejas, sean ocasionales
o estables, esta pasión se siente al igual por ambas partes y muy a menudo uno
de los dos se queda frustrado ante este deseo no realizado, o ante esta
expectativa frustrada. Ello nos puede llevar a pensamientos, sentimientos o
emociones poco saludables para nosotros y para nuestra relación.
Tanto los hombres como las mujeres sentimos estas
sensaciones muchas veces a lo largo de nuestras vidas y no siempre salimos
airosos de ellas: mal humor, estrés, inseguridad, baja autoestima, agresividad,
rabia, frustración, tristeza, dolor, resignación, fatalismo, ensimismamiento y
otras… llenan muchas veces nuestro ser generando todo tipo de conflictos
físicos, psíquicos y a veces espirituales, todo por no saber canalizar esta
energía.
La sexualidad es la gran energía creadora del universo, a
nosotros los humanos la sexualidad nos acerca a lo sobrenatural y nos hace más
dioses y diosas si la sabemos canalizar adecuadamente. La energía sexual no
debería ser considerada como una energía participativa, de más de una persona…
o vinculada necesariamente a la penetración, a la eyaculación y al orgasmo.
Esta energía es tan maravillosa que puede proporcionarnos
orgasmos extáticos, sin coito, sin eyaculación, sin los orgasmos que conocemos.
Es una energía poderosísima que se origina en los genitales
y que cuando más se trabaja y desarrolla, más quiere expandirse por todo
nuestro cuerpo e incluso más allá del mismo.
Saberla gestionar, dirigirla hacia donde deseamos o
necesitamos, incrementarla, potenciarla, gozarla en solitario… o intercambiarla
con otras personas, son decisiones conscientes que nosotros habremos de saber
tomar.
Para ello solo hace falta cambiar el chip de nuestra
mente que nos dice que besos, caricias, contacto… es igual a sexo (no siempre
han de ser preliminares a…) y aprender a hacernos el amor de forma consciente
utilizando sobre todo la mirada, la respiración y una nueva actitud. El Tantra
nos puede ayudar mucho a aprender estas maneras de enriquecer nuestra
sexualidad, canalizar su energía y hacerla mucho más sagrada.
Cuando actuamos correctamente frente a un rechazo
temporal de sexo, nuestra pareja no sólo nos admira sino que de alguna forma
aprende a amarnos más, a respetarnos y por lo tanto a desearnos. Al fin quien
más va a ganar seremos los dos, siempre y cuando el juego sexual no se trunque
y sigamos cautivando, seduciendo, haciéndonos desear y, por lo tanto excitando
y manteniendo vivo el fuego y la contenida pasión, a la espera del momento
mágico no programado.
“Cuando sentí que si seguía hacia delante, ella no estaba
dispuesta y por lo tanto no íbamos a disfrutar de lleno, cambié de actitud,
respiré varias veces profundamente y reabsorbí aquella maravillosa energía,
aquel deseo de penetrarla y gozarla hasta el orgasmo. De repente noté que su
cuerpo se relajaba y su respiración se hacía más pausada, sonreí para mis
adentros y la miré a los ojos, con esta medio sonrisa que me salía del alma.
Nos besamos y nuestro abrazo se hizo mucho más cálido. ¿Quieres que nos levantemos?, “me
apetece seguir un rato más si quieres” y así estuvimos todavía media hora
larga… varias veces me excité y sentí el deseo casi irracional de poseerla,
pero respiré, sonreí y la amé, deseando mucho más que el polvo mágico del
momento.
Nos levantamos y me propuse ser un hombre seductor y
deseado durante todo el día, en el baño, durante el desayuno y luego cada uno
en su trabajo mediante mensajes sexys y de deseo apasionado… “me gustó mucho besar tus labios… y deseo
volver a hacerlo cuando estemos solos esta noche”, ”no tenía ganas porque mi
cabeza estaba en otro lado, lo siento… te adoro y me gustas mucho”, “¿cuánto te
gusto?”, “tanto como para desearte en cuerpo y alma”, “tengo ganas de hacerte
mía”… algunos emoticones acompañaron los mensajes. El clima se iba
caldeando como el día.
A mediodía, “no tomo postre porque esta noche tú serás mi
postre favorito”, “te tengo ganas”, “me gustan tus olores y sabores”…
cuando llegué a casa estaba más guapa que de costumbre, se respiraba alegría,
los niños estaban encantados y la fiesta familiar: deberes, juegos, baño, cena…
fue verdaderamente deliciosa. Acostamos a los dos peques y mirándolos nos dimos
un beso apasionado.
La invité a sentarse en el sofá y comentar un poco los
detalles importantes del día, entre algún que otro beso y caricias en los pies…
“Tengo ganas
de ir a la cama me dijo”, “¿a dormir?”, “no, a estar contigo…”,en el baño
seguí calentando motores, le di un beso apasionado y abrazándola de espaldas
acaricié sus pechos y su lindo trasero, “qué
guapa eres y cómo me gustas…”.
Ya en la cama nos sumimos en una danza donde besos y
caricias danzaban al unísono con la pasión, los húmedos deseos y el deseo
irrefrenable de ser suyo, de que ella quisiera ser mía…”
Hay dos formas de darle la vuelta a un “ahora no me
apetece”, vosotros escogéis la que más os apetezca.
De todo corazón
Ignasi Tebé (antes Ricardo Alas)
Sanador, educador y escritor sexual