Estaba sentado en el sofá viendo la tele,… a punto de
empezar “9 semanas y media”, ya la habíamos visto 2 veces, pero esta noche
estábamos solos y nos apetecía verla de nuevo.
Faltaban dos minutos para empezar la película y la avisé…
“me falta un poquito, comienza sin mí…”,… la película empezó y me dejé llevar
por tercera vez por la bella Elisabeth y su John,…. me gustaría parecerme a él
y poder hacer con mi mujer lo que él hace con Elisabeth…
Me olvidé de mi mujer y me volví a meter en la trama
apasionada de aquella tórrida relación, veía y soñaba a la vez,… ¿porqué a los
humanos nos cuesta tanto expresar a nuestras parejas lo que sentimos en nuestros
genitales, en nuestro corazón o en nuestra alma? ¿Porqué no me atrevía a
decirle a mi mujer “me gustaría comer encima de tu cuerpo exquisito”? Siempre
que veía escenas agradables de sensualidad y sexo pensaba lo mismo.
Además de atraerme, nos amábamos como pareja y hacíamos
el amor con cierta frecuencia,… pero confieso que últimamente no estábamos
viviendo la pasión ni el deseo que habíamos sentido al inicio.
Ella apareció de repente, envuelta en su albornoz; “se
habrá duchado” pensé, me sonrió y me dijo: “no me preguntes el porqué, pero
déjame hacer”; apagó la tele, me dejó perplejo y sin película, bajó las luces
del salón, encendió unas velas, les echó unas gotas de un perfume digno de un
buen escote, puso un CD en el equipo, volvió a sonreír y desapareció. Me quedé
perplejo, a veces me costaba entender a las mujeres y ahora también a la mía,
no podía creer que en lugar de “nuestra peli” quisiera hacer una especie de meditación…
Quise levantarme pero algo me dijo:”espera a ver qué hace” y valió la pena.
Volvió a aparecer, andando segura, tremendamente
atractiva y envuelta en mi gabardina, puso en marcha el CD y empezó a dedicarme
una serie de movimientos sensuales al ritmo de una música de vértigo, mientras
se quitaba, ¡qué bien lo hacía!, la gabardina.
Llevaba un corto y ajustado vestido, con medias y guantes
negros y unos altos zapatos de tacón; no era mi mujer, era mi sueño dorado y lo
supe: me iba a regalar, un striptease; mi corazón se sobresaltó y mi
incomprensión del alma de las mujeres se acentuó, pero al mismo tiempo, sentí,
en mi sexo y en mi corazón, un deseo y un reconocimiento que me sacudió, y me
dije: “es un regalo, acéptalo, disfrútalo, agradécelo,…” Dejé de juzgar y de pensar
(dios qué difícil es a veces) y me dispuse a disfrutar y vivir su regalo, el de
su deliciosa feminidad, su mujer, su niña traviesa, su tigresa escondida, su
alma oculta,…
¿Porqué una mujer, de repente, decide hacer algo que nos
sorprende tanto que creemos estar soñando? ¿Qué extraño poder habita en su
alma, en su corazón o en su coño misterioso?
Sentí que la película había descendido a mi nivel y que yo
era el John obsequiado,… mi corazón se iba acelerando y mi sexo, casi sin darme
cuenta, despertando.
¡Qué jodida! Qué hermoso desvestirse me estaba ofreciendo
al ritmo de su música, de la música de su cuerpo y alma,… la miré y la vi metida
en ella, ensimismada, danzando, quitándose cada prenda, con los ojos casi
cerrados y viviendo aquel momento con toda la intensidad. Sus mejillas ardían,
la conocía y sentí su miedo y vergüenza a no gustarme, a fallar en su intento,…
dios!!!
Superado el primer momento dije entre susurros y gritos:
“Qué jodida eres, que escondido tenías este poder,… te adoro!!!” Abrió los
ojos, sonrió y me pareció ver una lágrima resbalar por sus ojos, paró un
segundo, respiró y me dijo: “gracias amor”…
Su cara y su cuerpo se transformaron, de no sé que parte
de mi mujer aparecieron la diva, la striper, la puta felina y la inocente
virgen, la gata, la amante, la ninfa… y la diosa. Vi, en toda su creciente
desnudez, a la mujer que anhelaba y deseaba con toda mi alma, con todo mi
fuego, tal cual, tal como era, no quería que cambiase nada, solo deseaba que el
milagro perdurase.
Su cuerpo iba mostrándose cada vez más seductor y
apetecible, me entraban ganas de besarla, comerla y adorarla,… su entrega, su
regalo, su valentía, hacían crecer mi respeto y mi deseo.
Sus brazos desnudos danzando, su tanga rojo, el liguero
sujetando las medias negras, su desnuda espalda, sus senos mirándome
provocativos, sus danzarinas caderas, sus apetecibles nalgas, su voluptuosidad,
sus curvas, su todo… me estaban llevando a un trance extático; ¡ella se estaba
regalando a mi! Me estaba ofreciendo todo su cuerpo, toda su belleza, sus sentimientos
y su alma,… quería ser mía,…!
Me turbé; semejante regalo no era para mí, yo no era el
digno receptor que esperaba, sólo era un saco de emociones sin control, donde el
sexo y el corazón me estaban confundiendo.
La muy puta estaba dejando caer su tanga y ofreciéndome
su más íntima desnudez, movimientos lascivos, sudores lujuriosos, olores embriagadores,
estaban mostrándome su húmedo y bellísimo sexo. No podía contener mi emoción y
le dije: “¡¡¡eres la mejor, eres mi diosa, joder cómo te quiero, adoro tu sexo…!!!”
Se acercó a mi provocativamente, seduciéndome con cada
nota, con cada contoneo, volviéndome loco, aprisionándome en ella y me perdí en
la más embriagadora de las delicias,… en los abrazos de mi mujer, en ella y en
su sexo divino.
¡Gracias mujer, por ofrecerme tu cuerpo de hembra y tu
alma de diosa! ¡Gracias por hacerme sentir tu hombre, por hacerte sentir mía,
por hacerme sentir tuyo!
Con todo mi cariño, Ignasi Tebé
Sanador, escritor, educador sexual y facilitador de talleres y cursos.
Ahí va un link al striptease de “Nueve semanas y media”,
que lo disfrutéis!!!
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