A raíz de
nuestras últimas lecturas en pareja de este verano (Cincuenta sombras), noté
por comentarios que hacíamos, que a ella se le empezaban a despertar deseos
morbosos de sentirse dominada y sometida, por su hombre. Para ella era muy
difícil expresar este sentimiento oculto de niña mala, que empezaba a asomar en
su interior. Toda una mujer culta, emprendedora, hija ejemplar, con carrera
universitaria y un buen elenco de cursos de crecimiento personal, salud y
espiritualidad. Imaginaros su sorpresa para consigo misma cuando se calentaba
pensando en unos azotes en las nalgas, en el dominio del hombre rudo y salvaje,
con palabras obscenas, era… impensable.
A mi, me
daba miedo, ni siquiera intentarlo, aunque fuera para satisfacer el oculto
deseo que intuía en ella, observándola
durante su lectura. Mi pasado con respecto al dominio de la mujer, a darle
dolor, a someterla, era absolutamente impoluto. Nunca le había levantado la
mano a ninguna mujer, porque siempre las respeté y nunca quise hacerles daño.
Mi corazón, mi mente y mi alma me decían: cuidado que lo que estás pensando es
peligroso y puede haceros daño…
Pasaron
algunos días y nuestra relación subió de tono, estábamos más fogosos y
apasionados de lo normal, eran días de vacaciones y podíamos estar más rato
solos. Una noche, antes de dormir se me ocurrió una idea para probar este nuevo
juego, sin riesgos, me hice un plan para la mañana siguiente y me dormí
continuando con mi arriesgada fantasía.
Por la
mañana empecé con tono dominante a decirle cosas como “no me gusta nada el pijama que llevas, quiero que te pongas un camisón de los que te regalé”,… su cara de sorpresa
dio paso a una serie de escenas donde ella iba descubriendo su placer oculto y
yo me iba dando cuenta de que incluso era divertido.
Mi amor
hacia ella, a pesar de mi comportamiento posesivo y dominante, crecía de forma exponencial, cada vez la veía más
frágil, sumisa y temerosa a la vez que excitada. La sensación es
indescriptible, deseas seguir el juego y también deseas que termine para
comértela a besos.
“Voy a
probar con un buen cachete en el culo…” y así lo hice, se sorprendió más por el
hecho y el ruido que por el daño (se que ella me lo diría inmediatamente)… lo
que fue ocurriendo esta vez y algunas de las siguientes es que, en mi, se
mezclaban el amor, el respeto, la honra hacia ella y también una rabia oculta
contra los daños que “lo femenino” me había hecho a lo largo de esta vida. Darle
algún cachete, decirle algunas groserías subidas de tono, rebajarla
verbalmente, se me hacía más fácil y placentero y debo confesar que también me
excitaba.
No voy a
contar más intimidades nuestras porque lo que pretendo es intentar describir
mis sentimientos.
Han
transcurrido unas cuantas semanas, no siempre hemos jugado a este juego, aunque eso sí, hemos introducido muchas
variantes a nuestra sexualidad y la estamos haciendo más rica; ahora todo es
más sincero, lo hablamos más abiertamente, es más juguetón, más divertido y
creativo, las vergüenzas van quedando atrás, nuestro lado oculto está saliendo
a la luz y no es tan malo como parecía, los tabúes y corazas caen solas por su
propio peso, mi deseo por ella, por un sexo más sensual, lascivo y divertido,
por un amor más intenso,… nos está acercando mucho más el uno al otro, nos sentimos
unidos profundamente desde una espiritualidad hasta ahora desconocida, estamos
sintiendo y gozando de orgasmos, oleadas de placer y sensaciones tántricas como
nunca nos habíamos imaginado.
Sus
miedos están desapareciendo, su feminidad, sensualidad, sexualidad, su diosa
están floreciendo, su fragancia y ardor me arrebatan y mi hombre dolido,
rencoroso, enfadado y a veces autoritario se está amansando. Es como si
hubiéramos encontrado una válvula de escape divina que está sanando nuestros
cuerpos, nuestras almas y nuestra pareja.
Y desde
lo más profundo de mi alma, meditando en todo ello, doy gracias al Universo por
estarnos descubriendo el gran secreto oculto durante milenios, el gran regalo
que los dioses quisieron hacernos y los humanos nos ocultaron, la gran promesa
de un cielo maravilloso: La sexualidad en toda su amplitud, bella, hermosa,
traviesa, juguetona, divertida, lasciva, viciosa,… divina.
Ricardo Alas