Puede que
muchos lectores piensen que para ser un o una buen/a amante hace falta leer muchos
tips, muchos consejos, muchas técnicas y sobre todo mucha práctica… nada más
lejos de la realidad; para ser un buen amante, tanto, si eres hombre como mujer,
solo se precisan unas pocas condiciones: sentir
con el cuerpo, con la mente, con las emociones y el alma.
Estamos en una sociedad donde valoramos más el pensar y el
hacer que el ser y el sentir, y, en consecuencia, la sexualidad también cayó en
esta encerrona.
El buen sexo es aquel en el que quien lo da siente, está
presente, disfruta, vive intensamente
todos y cada uno de sus sentidos: mira, observa, curiosea, descubre todas
las maravillas que encierra el cuerpo del otro, por fuera y por dentro, sabe
escuchar la música, las palabras, los latidos del corazón, la respiración, los
suspiros y jadeos, siente lo que la piel
del otro le está susurrando, aprecia
los olores de su pareja, sudor,
genitales, menstruación… y gusta de enriquecerlos con aceites
aromáticos, pétalos, hierbas, frutas, especies… sabe saborear besando,
lamiendo, chupando o sorbiendo los labios de arriba, también los de abajo, el
sexo, las manos, los pies, el cuello, le gusta comer sobre tu cuerpo o beber un
buen vino en tu ombligo... y sabe tocar, disfruta haciéndolo, puede llegar a un orgasmo masturbándote o
acariciando tu pecho.
El/la buen amante, ama reinventarse, crear,
imaginar, fantasear y sobre todo jugar cada día.
El/la buen
amante no tiene porque ser un experto en sexo oral, ni en sexo anal, ni saber
del arte de atar, puede no conocer las mejores maneras de someterte o
entregarse, o puede que sólo sepa unas pocas posturas del Kamasutra y que no
haya practicado nada de Tantra, que el porno clásico no le guste y le fastidie
que le digan cómo ha de hacer el amor, porque ama reinventarse, crear,
imaginar, fantasear y sobre todo jugar cada día.
Quienes son buenos amantes disfrutan hasta el éxtasis
dejándose llevar por el placer de sentir
y de hacerte sentir, de sorprenderse a sí mismos/as a cada instante y por
lo tanto de sorprenderte a ti, pueden llevarte al orgasmo con un dedo del pie o
con la nariz o hacerte sentir muy felina mordiéndote la nuca; sus manos pueden
ser suaves como plumas cuando te acarician o muy firmes cuando te sujetan, sabe como tocar tu cuerpo y cuando lo hace
intuye lo que tus suspiros le están diciendo… ¡me gusta!, ¡más intenso!,
¡estás loca!, te quiero…
Le surgen infinitas imágenes, juegos, fantasías que
anhela sentir y vivir algún día contigo
Su forma de sentir con la mente es la de aprender desde
el primer día, porque es curioso/a y esta cualidad infantil le ha llevado a buscar,
ver, leer, preguntar, escuchar, consultar, curiosear, experimentar…y puesto que
es creativo/a, le surgen infinitas imágenes, juegos, fantasías que anhela
sentir y vivir algún día contigo. Como que el/la buen amante es abierto/a y le
gusta comunicarse, compartirá sus sueños y aspiraciones contigo, te seducirá
para embriagarte con ellas y llevarte al terreno donde el sexo, el amor, el
juego, la pasión, los sentimientos y el alma se funden, comulgan.
Estos seres tan especiales, además de poderosos, son
tremendamente vulnerables, no tiene miedo y por ello pueden manifestarse tal
cual son, sin corazas, sin máscaras,
auténticas… puedes sentir como se emocionan acariciándote, sentirás caer
sus lágrimas de emoción sobre tu piel desnuda, sabrán reír incluso en los
momentos más álgidos del sexo, sentirás en tu cuerpo como vibran, se emocionan,
comprenden, escuchan, compadecen de corazón, te ofrecen todo lo que tienen…
Y además son conscientes
de lo que viven y sienten, por ello son agradecidos, saben pedir con
confianza y ofrecer con generosidad, saben pisar la tierra y mirar al cielo y
sentir el deseo de fundirse con las estrellas.
“Aquel día las yemas de mis dedos me transmitían
íntegramente todos los mensajes del cuerpo de ella, no sé porqué sentían su
calma, su abandono, su paz y la mecían suavemente deslizándose, casi flotando,
bailando sin tocar el suelo sobre su cara, sus párpados, su cuello, sus senos…
parecía que de la punta de cada dedo emanara una suave y cálida brisa que
acariciaba su piel, mis dedos envidiaban el aleteo de la mariposa y se
contoneaban sensualmente buscando el despertar de la belleza, el amanecer de
sus deseos.
Se arqueó suspirando, gimiendo por el dulce placer y sin
abrir los ojos entendí que deseaba recibir otras sensaciones de mis excitantes
yemas. Los dedos, las manos cambiaron suavemente el ritmo, ya no pensaba, sólo
sentía y bailaba con ellas, buscando instintivamente sus zonas de placer,
dibujando mapas obscenos sobre su piel, despertando susurros y jadeos de
lujuria y placer, subiendo la fragancia sensual de su cuerpo, embriagándome con
sus aromas, humedeciendo mis manos, mojando mi sexo.
Nuestra
respiración se aceleró, íbamos al mismo ritmo, los acordes de nuestros cuerpos,
nuestros latidos, jadeos, palabras sonaban todas rítmicamente componiendo una
melodía embriagadora y sensual, sentí que su clímax se acercaba y “algo me
dijo”: cambia.
Dejé de acariciarla y me puse sobre ella, mirándola en
silencio, con una sonrisa en los labios y pensando lo mucho que deseaba
penetrarla… tuvo una pequeña convulsión y me dijo: te quiero dentro, poséeme amor, quiero ser tuya. Sentí que debía
hacerla esperar y la besé con dulzura para proseguir con un beso apasionado de
los que te piden aliento para suspirar, me estaba poniendo a mil y sentí que a
ella le pasaba lo mismo.
Lentamente coloqué mi pene sobre la humedad de su sexo y
suavemente, sin dejar de besarla, fui entrando en su interior, sintiendo el
placer de su abrazo genital, el calor húmedo de sus entrañas… Otra vez sentí
que debía hacerlo todo con mucha calma, empujé a fondo y me quedé quieto con
todo mi sexo en el suyo, sintiendo el placer de ser su prisionero y de saber
que pronto moriría allí. Inicié una suave y lenta rotación de mi cintura, dándole
con la punta de mi pene un ligero toque que acariciaba su interior, su
respiración empezó a acelerarse y la mía a sincronizarse con la suya, era algo
muy profundo, una sensación especial que me hacía sentir como si fuera
penetrando poco a poco sus entrañas, buscando los latidos de su corazón, cada
vez más cercano.
Le dije cosas que olvidé y ella me dijo: sigue así, sigue así… qué dulce, que lento,
que…. y estalló, me dejé ir y estallé también cuando ella aún estaba en su
dulce muerte, la abracé para morir con y en ella”.
Los buenos amantes no son fáciles de encontrar porque
alguien los descubrió antes que tu… pero sepas que existen y lo mejor de todo,
tú podrías ser uno/una de ellos.
Ignasi Tebé
Terapeuta, escritor y facilitador de talleres y cursos
para Hombres, Singles y Parejas
Tel/WhatsApp 667 761 640, Mail: conexión@ignasi-aurea.com