Éste es el último o el primero
de los seis sentidos, la síntesis de todos ellos o la negación de los mismos,
porque en la intuición radica la clave misteriosa y mágica de cualquier
sensación que deseemos transmitir o recibir.
Qué sería de una mirada sin intención, fría, distante, que no te llega o
que pasa de largo, una mirada que no transmite lo que el otro espera o desea,
una mirada que en vez de encandilar, producir ternura, lágrimas de amor,
encender pasiones, desnudarte o poseerte es simplemente nada, vacío.
Detrás de cada sentido hay una actitud, una intención, un deseo, una pasión…
o simplemente no hay nada o muy poco, ausencia, vacío, hastío, rutina,
aburrimiento o peor aún, rabia, odio, envidia, resentimiento, miedo, …
Imaginaros la pobreza sensual que tendríamos si cada mensaje emitido, con
nuestros sentidos, no fuera la respuesta a lo que nuestro/a amante está
deseando. La capacidad de intuir los mensajes ocultos de su cuerpo, de sus
emociones y de su alma es lo que puede hacernos unos amantes inagotables,
distintos, cambiantes e impredecibles a cada instante y por lo tanto
radicalmente opuestos al aburrimiento y la rutina.
Escuchar y/o sentir lo que el otro desea, lo que nuestro interior nos
sugiere, lo que el inconsciente nos inspira, es un lenguaje sutil que va más
allá de lo sensual y se acerca algunos pasos a la magia del amante.
La percepción de mis/sus olores, de las combinaciones olfativas que nos
surjan de forma espontánea, de la intención que ponemos al oler o ser
olfateados, del olor especial que queremos ofrecer o del estado anímico en el
que debemos estar para transmitir el matiz que se desea, todo ello nos producirá
distintas frecuencias en nuestras feromonas, con distintas secuencias de
placer.
Y qué decir de la intención que ponemos en el misterioso mundo del sonido, cuando
respondemos con susurros y gemidos a los placeres que nos proporcionan o cuando
hemos de interpretar estos sonidos nacidos de sus entrañas para descifrar lo
que nuestra pareja está sintiendo. Podemos ser el susurro marino de la
caracola, el vaivén de una barca o la más agitada furia tormentosa de una mar
brava. Palabras tiernas, dulces, amorosas, sensuales, estimulantes, excitantes,
apasionadas, lujuriosas, endiabladamente salvajes… un exquisito repertorio que
solo podremos utilizar sabiamente si escuchamos su interior, si intuimos sus
necesidades.
La intuición debe residir en cada célula de nuestro cuerpo para percibir lo
que no se transmite, lo que está oculto, lo que simplemente vibra. Así nuestro
cuerpo sabrá cuando la caricia esperada es la de una sutil pluma, la del aleteo
de una mariposa, la de una mano amiga, tierna, amorosa, cálida o apasionada,
fuerte, que araña, rasga, cachetea, pellizca o mece cual cuna.
Intuir es escuchar el lenguaje de nuestra alma, del gran subconsciente, de
nuestros genes y ADN, es plasmar, sin filtros, lo que nace en nuestro interior,
sin buscar explicaciones ni lógica alguna.
Este sexo sentido es el que nos puede hacer grandes amantes, en la búsqueda
constante del orgasmo todavía no creado.
“Aquel día las yemas de mis dedos me transmitían íntegramente todos los
mensajes del cuerpo de ella, no se porqué sentían su calma, su abandono, su paz
y la mecían suavemente deslizándose, casi flotando, bailando sin tocar el suelo
sobre su cara, sus párpados, su cuello, sus senos… parecía que de la punta de
cada dedo emanara una suave y cálida brisa que acariciaba su piel, mis dedos
envidiaban el aleteo de la mariposa y se contoneaban sensualmente buscando el
despertar de la belleza, el amanecer de sus deseos.
Se arqueó suspirando, gimiendo
por el dulce placer y sin abrir los ojos entendí que deseaba recibir otras
sensaciones de mis excitantes yemas. Los dedos, las manos cambiaron suavemente
el ritmo, yo no pensaba, sólo sentía y bailaba con ellas, buscando
instintivamente sus zonas de placer, dibujando mapas obscenos sobre su piel,
despertando susurros y jadeos de lujuria y placer, subiendo la fragancia
sensual de su cuerpo, embriagándome con sus aromas, humedeciendo mis manos,
mojando mi sexo.
Nuestra respiración se aceleró, íbamos al mismo ritmo, los acordes de
nuestros cuerpos, nuestros latidos, jadeos, palabras sonaban todas rítmicamente
componiendo una melodía embriagadoramente obscena, sentí que su clímax se
acercaba y “algo me dijo”: cambia.
Dejé de acariciarla y me puse sobre ella, sujetando mi cuerpo con mis
brazos, mirándola en silencio, con una sonrisa en los labios y pensando lo mucho
que deseaba penetrarla… tuvo una pequeña convulsión y me dijo: te quiero dentro, poséeme amor, quiero ser
tuya (otra vez mi intuición había funcionado). Sentí que debía hacerla
esperar aunque sin parar, la besé con dulzura para seguir con un beso
apasionado de los que te piden aliento para suspirar, me estaba poniendo a mil
y sentí que a ella le pasaba lo mismo.
Lentamente apunté mi pene sobre la humedad de su sexo y suavemente, sin
dejar de besarla fui entrando en su interior, sintiendo el placer de su abrazo
genital, el calor húmedo de sus entrañas… Otra vez sentí que debía hacerlo todo
con mucha calma, empujé a fondo y me quedé quieto con todo mi sexo en el suyo, sintiendo
el placer de ser su prisionero y de saber que pronto moriría allí. Inicié una
suave y lenta rotación de mi cintura, dándole a la punta de mi pene una ligera
rotación que acariciaba su interior, su respiración empezó a acelerarse y la
mía a sincronizarse con la suya, era algo muy profundo, una sensación especial
que me hacía sentir como si fuera penetrando poco a poco sus entrañas, buscando
los latidos de su corazón, cada vez más cercano.
Le dije cosas que olvidé y ella me dijo: sigue así, sigue así… qué dulce, que lento, que…. y estalló, me
dejé ir y estallé también cuando ella aún estaba en su dulce muerte, la abracé
para morir con y en ella.
Nadie me había enseñado todo esto, simplemente me dejé sentir por esta
maravillosa intuición que me iba dictando lo que era mejor en cada momento”
Deseo que este ejemplo os ayude no sólo a entender lo que quiero decir,
sino a vivirlo con la magia y profundidad que, desde hace unos años, por fin,
puedo vivirlo.
Que vuestro sexo sentido os lleve a los orgasmos más bellos jamás imaginados
y que podáis compartirlo y comentarlo, si lo deseáis.
Ricardo Alas