viernes, 31 de octubre de 2014

SEXO SENTIDO: intuición

Éste es el último o el primero de los seis sentidos, la síntesis de todos ellos o la negación de los mismos, porque en la intuición radica la clave misteriosa y mágica de cualquier sensación que deseemos transmitir o recibir.
Qué sería de una mirada sin intención, fría, distante, que no te llega o que pasa de largo, una mirada que no transmite lo que el otro espera o desea, una mirada que en vez de encandilar, producir ternura, lágrimas de amor, encender pasiones, desnudarte o poseerte es simplemente nada, vacío.
Detrás de cada sentido hay una actitud, una intención, un deseo, una pasión… o simplemente no hay nada o muy poco, ausencia, vacío, hastío, rutina, aburrimiento o peor aún, rabia, odio, envidia, resentimiento, miedo, …
Imaginaros la pobreza sensual que tendríamos si cada mensaje emitido, con nuestros sentidos, no fuera la respuesta a lo que nuestro/a amante está deseando. La capacidad de intuir los mensajes ocultos de su cuerpo, de sus emociones y de su alma es lo que puede hacernos unos amantes inagotables, distintos, cambiantes e impredecibles a cada instante y por lo tanto radicalmente opuestos al aburrimiento y la rutina.
Escuchar y/o sentir lo que el otro desea, lo que nuestro interior nos sugiere, lo que el inconsciente nos inspira, es un lenguaje sutil que va más allá de lo sensual y se acerca algunos pasos a la magia del amante.
La percepción de mis/sus olores, de las combinaciones olfativas que nos surjan de forma espontánea, de la intención que ponemos al oler o ser olfateados, del olor especial que queremos ofrecer o del estado anímico en el que debemos estar para transmitir el matiz que se desea, todo ello nos producirá distintas frecuencias en nuestras feromonas, con distintas secuencias de placer.
Y qué decir de la intención que ponemos en el misterioso mundo del sonido, cuando respondemos con susurros y gemidos a los placeres que nos proporcionan o cuando hemos de interpretar estos sonidos nacidos de sus entrañas para descifrar lo que nuestra pareja está sintiendo. Podemos ser el susurro marino de la caracola, el vaivén de una barca o la más agitada furia tormentosa de una mar brava. Palabras tiernas, dulces, amorosas, sensuales, estimulantes, excitantes, apasionadas, lujuriosas, endiabladamente salvajes… un exquisito repertorio que solo podremos utilizar sabiamente si escuchamos su interior, si intuimos sus necesidades.
La intuición debe residir en cada célula de nuestro cuerpo para percibir lo que no se transmite, lo que está oculto, lo que simplemente vibra. Así nuestro cuerpo sabrá cuando la caricia esperada es la de una sutil pluma, la del aleteo de una mariposa, la de una mano amiga, tierna, amorosa, cálida o apasionada, fuerte, que araña, rasga, cachetea, pellizca o mece cual cuna.
Intuir es escuchar el lenguaje de nuestra alma, del gran subconsciente, de nuestros genes y ADN, es plasmar, sin filtros, lo que nace en nuestro interior, sin buscar explicaciones ni lógica alguna.
Este sexo sentido es el que nos puede hacer grandes amantes, en la búsqueda constante del orgasmo todavía no creado.
“Aquel día las yemas de mis dedos me transmitían íntegramente todos los mensajes del cuerpo de ella, no se porqué sentían su calma, su abandono, su paz y la mecían suavemente deslizándose, casi flotando, bailando sin tocar el suelo sobre su cara, sus párpados, su cuello, sus senos… parecía que de la punta de cada dedo emanara una suave y cálida brisa que acariciaba su piel, mis dedos envidiaban el aleteo de la mariposa y se contoneaban sensualmente buscando el despertar de la belleza, el amanecer de sus deseos.
Se arqueó suspirando, gimiendo por el dulce placer y sin abrir los ojos entendí que deseaba recibir otras sensaciones de mis excitantes yemas. Los dedos, las manos cambiaron suavemente el ritmo, yo no pensaba, sólo sentía y bailaba con ellas, buscando instintivamente sus zonas de placer, dibujando mapas obscenos sobre su piel, despertando susurros y jadeos de lujuria y placer, subiendo la fragancia sensual de su cuerpo, embriagándome con sus aromas, humedeciendo mis manos, mojando mi sexo.
Nuestra respiración se aceleró, íbamos al mismo ritmo, los acordes de nuestros cuerpos, nuestros latidos, jadeos, palabras sonaban todas rítmicamente componiendo una melodía embriagadoramente obscena, sentí que su clímax se acercaba y “algo me dijo”: cambia.
Dejé de acariciarla y me puse sobre ella, sujetando mi cuerpo con mis brazos, mirándola en silencio, con una sonrisa en los labios y pensando lo mucho que deseaba penetrarla… tuvo una pequeña convulsión y me dijo: te quiero dentro, poséeme amor, quiero ser tuya (otra vez mi intuición había funcionado). Sentí que debía hacerla esperar aunque sin parar, la besé con dulzura para seguir con un beso apasionado de los que te piden aliento para suspirar, me estaba poniendo a mil y sentí que a ella le pasaba lo mismo.
Lentamente apunté mi pene sobre la humedad de su sexo y suavemente, sin dejar de besarla fui entrando en su interior, sintiendo el placer de su abrazo genital, el calor húmedo de sus entrañas… Otra vez sentí que debía hacerlo todo con mucha calma, empujé a fondo y me quedé quieto con todo mi sexo en el suyo, sintiendo el placer de ser su prisionero y de saber que pronto moriría allí. Inicié una suave y lenta rotación de mi cintura, dándole a la punta de mi pene una ligera rotación que acariciaba su interior, su respiración empezó a acelerarse y la mía a sincronizarse con la suya, era algo muy profundo, una sensación especial que me hacía sentir como si fuera penetrando poco a poco sus entrañas, buscando los latidos de su corazón, cada vez más cercano.
Le dije cosas que olvidé y ella me dijo: sigue así, sigue así… qué dulce, que lento, que…. y estalló, me dejé ir y estallé también cuando ella aún estaba en su dulce muerte, la abracé para morir con y en ella.
Nadie me había enseñado todo esto, simplemente me dejé sentir por esta maravillosa intuición que me iba dictando lo que era mejor en cada momento”
Deseo que este ejemplo os ayude no sólo a entender lo que quiero decir, sino a vivirlo con la magia y profundidad que, desde hace unos años, por fin, puedo vivirlo.
Que vuestro sexo sentido os lleve a los orgasmos más bellos jamás imaginados y que podáis compartirlo y comentarlo, si lo deseáis.
Ricardo Alas

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