martes, 17 de septiembre de 2013

Acoso sexual

Estaba sentado al lado de la ventanilla del autobús, cuando, parado en un semáforo, vi a una joven que parecía ser acosada por dos chicos. Mi instinto paternal me puso en alerta, disponía de tiempo y bajé en la siguiente parada, justo al cruzar la calle. Me acerqué a paso ligero y antes de cruzar observé la escena; evidentemente la chica lo estaba pasando mal con aquellos dos chicos que parecían estar obligándola a ir a algún sitio.

Crucé la calle, cogí aire, me acerqué a la chica y cogiéndola del hombro le dije: “hola hija”, dándole un dulce beso en la frente y guiñándole un ojo de espaldas a los chicos, ella dudó unos instantes y contestó: “hola papá”, devolviéndome el beso en la mejilla, me volví para decir: “¿te están molestando estos chicos?” pero ya se habían dado la vuelta y salían casi corriendo.

La chica temblaba, todavía tenía mi mano sobre su hombro y noté que sus piernas flaqueaban… “lo has pasado mal, ¿verdad?”; su respuesta fue ponerse a llorar sobre mi hombro, la abracé como a una hija y dejé que se desahogara libremente.

Pasado el primer momento, le dije que tenía una hija de su edad y comprendía muy bien el mal rato que había pasado y que, si quería hablar un poco del tema, hasta que se le pasase el disgusto, podía invitarla a un café en una terraza que se veía muy cerca; creo que me gané su confianza, porque asintió diciendo: “me irá bien hablar, muchas gracias señor” con una media sonrisa y los ojos colorados de llorar.

Pasadas las presentaciones y después de nuestro primer sorbo, le pregunté: “¿ocurren a menudo estas situaciones?” y empezó a contarme una serie de malos momentos que habían vivido ella y algunas amigas desde los 15 años.

Me contó algunas anécdotas que recuerdo: en el colegio una vez se encontró en una encerrona con tres chicos en los lavabos, sus gritos los alejaron pero quedó marcada entre un grupo de chicos. En la universidad fueron dos chicos que no paraban de tocarla, en medio de la clase, hasta que tuvo que levantarse, dejar el aula y vigilar bien donde se sentaba cada día; a una amiga un profesor la tentó varias veces con chantajes y promesas de mejores notas si tenían un rato de intimidad, entre clases, en su despacho; a otra amiga, un día de lluvia, un chico se ofreció a llevarla en coche a su casa y quiso abusar de ella. Sentí vergüenza de ser hombre por todo lo que me contaba y admiraba el ver cómo ellas habían ido reaccionando y saliéndose del apuro en cada caso, con trucos y estratagemas que habían ido aprendiendo solas o compartiéndolo con amigas íntimas.

Cuando salían, la cosa empeoraba, el alcohol y las drogas ayudan a muchos hombres a sacar de su interior lo más bajo de ellos mismos, así lo contaba ella: “se piensan que porque vas a divertirte con amigos, porque te ven con un vaso largo en la mano o porque vas luciendo el tipo ya tienen derecho a decirte lo que les pasa por la cabeza, a tocarte, sobarte y casi a follarte, luego están los que te siguen al salir, los que se te cruzan por la calle, los borrachos y los colgados”… toda una retahíla de personajes que, muchas veces, transformaban en una pesadilla el ocio o el simple hecho de caminar por la calle.

Seguía comentando: “y en el trabajo, una se encontró con un compañero que se pensaba, de forma idiota, que la podía conquistar con algún manoseo o sobada de mal gusto, sin contar con palabras fuera de contexto, miradas muy incómodas…”

Dejé que se desahogase, aunque la boca de mi estómago se estaba encogiendo al sentir su inseguridad y angustia, cambiamos el tono de la conversación y le ofrecí lo poco que podía darle, mi punto de vista como hombre, mi experiencia y mi deseo de trabajar con los hombres, para que fuéramos cada vez menos brutos y aprendiéramos a amar el femenino y a respetar a las mujeres en toda su belleza, sensualidad y sexualidad. Estaba llegando la hora de terminar con aquello de “ellas se lo buscan”, “te lo está pidiendo a gritos” y un montón de sandeces machistas.

Me despedí y le di mi teléfono, por si algún día necesitaba hablar.

Me volví a sentar en la mesa y mientras me tomaba el segundo café fui pensando en algo que, de tan común, parece olvidado: el acoso sexual que muchas chicas, especialmente jóvenes, padecen en todo el mundo.

Como educador sexual, terapeuta y escritor, hago lo que puedo, pero sentí que debía escribir este post, en señal de protesta y como punto de reflexión:

Si eres una mujer la que lo estás leyendo y quieres añadir algo, por favor, haz tu comentario…

Si eres hombre, reflexiona y comparte tus pensamientos…

Desearía que llegase el momento en que los hombres aprendiéramos a admirar, contemplar, respetar, honrar, venerar, amar… al femenino y en especial a nuestras amadas mujeres: nuestras madres, hermanas, hijas y parejas; las otras mujeres también son madres, hermanas, hijas o parejas de alguien.

Y aunque no las conozcamos y sólo veamos una chica bonita, son mujeres que desean sentirse libres de elegir, de vestir como les guste, de decidir y de hacer lo que su corazón les dicte.

“A la que empecé a contemplar toda esta belleza me sentí cautivado por ella, incapaz de merecerla y mucho menos de poseerla, sólo contemplarla extasiado, admirarla y aprender a respetarla, a honrarla y a amarla, y así, poco a poco, me di cuenta…

… de que algún día podríamos celebrar el día del “NO ACOSO” y las mujeres no necesitarían ingeniarse artimañas para estar “a salvo” y podrían mirar a los hombres, cara a cara, sin miedo ni rencor, con el respeto y el amor con que nosotros las mirásemos a ellas”

Ignasi Tebé

Terapeuta, educador y escritor sexual.

Colaborador de Sex AcademyBarcelona

9 comentarios:

  1. estoy muy de acuerdocon este post, ante todo soy mujer, hija, hermana y madre, nos debemos un respeto, no solo somos un cacho de carne al cual cuando le apetece lo toma, digamos no al acoso...

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  2. Gran artículo como de costumbre. Gracias. Sexcretroom

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  3. Cuando me ocurrió lo que cuento, tomé conciencia de lo que sufrís muchs mujeres y quise ponerlo a la vista de muchos... Gracias

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  4. Hola, en mis 31 años, he sufrido innumerables abusos. En trabajos me han manoseado, en discotecas me han tocado el culo y los pechos sin previo permiso y sin poder ver quien había sido, tb en un par de ocasiones un chico (distinto en cada ocasión) me cogió por la cabeza y me forzó a besarlo, lo peor del caso es que en medio de la discoteca,nadie (excepto algunas chicas) dice ni hace nada. Los demás hombres se ríen como si fuera divertido. Mi propia pareja a los 17 años me forzó a mantener relación sexual y en muchas ocasiones medio me forzaba cogiéndome la cabeza para sexo oral, es repugnante q te estén empujando la cabeza hacia abajo, y tu por amor al final consientes. Por supuesto que dejé de consentir, jajaja. Al final se pasa de amor a pena y de pena a miedo y si puedes y tienes fuerza lo dejas. Y como no olvidarme que siendo bien niña (ni tan sólo tenía senos por Dios!) hombres restregando su miembro erecto en el autobús, metro, tren, en cualquier zona de tu cuerpo aprovechando la masa de población en horas punta ...Tantas experiencias desagradables que me dejo con hombres, vecinos, compañeros, ... Pero no olvido todas las cosas buenas que me han dado en todos los sentidos. La pena es el antagonismo en el que viven, te dan una rosa y luego te clavan la espina. No quiero que se piense estoy traumatizada, en absoluto, hice mis tratamientos terapéuticos, soy Trabajadora Social y integradora social, y lo que es mejor, he conocido y sigo conociendo a grandes hombres que están encontrando el equilibrio, conociendo y desarrollando el amor incondicional. Para mí el hombre está enfermo, necesita mucho cariño, sobretodo necesita quererse a sí mismo para poder empezar a amar. Así que animo a todos los hombres a curarse las heridas, para poder ver las heridas que han hecho y poder curar, curarse, perdonar y ser perdonado. Las mujeres os estamos esperando, no hemos tirado la toalla, entre nosotras hablamos, nos lamentamos y lloramos, pero si tengo claro que si seguimos quejándonos imparablemente será porque aún seguimos esperando. Nunca es demasiado tarde. Sed felices. Gracias Ignasi, por toda tu comprensión, escucha activa y como no, tu afecto. Un fuerte abrazo

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    1. Sigue creyendo en el Hombre, por que existe, aunque muchos lleven la máscara por miedo a que se les conozca tal cual son: mucho mejores de lo que parecen. El rol de macho nos lo inculcaron al fuego. Gracias por tus hermosas y sinceras palabras.

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  5. Y lo peor de todo es que en muchas ocasiones el acosador esta en tu misma casa. Aprender a respetar es una asignatura pendiente en el hombre. Abrazo

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  6. Abrirnos todos y darnos la oportunidad de cambiar para ofrecer a las mujeres algo más que un machismo, dominio, abusos... de mierda.
    El nuevo Hombre existe y cada vez se atreverá más a dejarse ver, muy masculino, muy femenino, equilibrado y con un gran corazón.

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  7. hola, yo soy hombre y me siento avergonzado por lo que hacemos a las mujeres. creo que el problema está en que en ningún escenario de la vida nos han enseñado el respeto hacia las mujeres. en mi niñez lo único que escuché al respecto es que debo respetar a mi mamá pero fue muy superficialmente. ni la familia, ni en el colegio nos enseñan un verdadero respeto por la mujer, no solamente respeto hacia la mamá sino hacia todas las mujeres. y creo que esta enseñanza es responsabilidad tanto de papá, como mamá y otros familiares, así como en los institutos de educación, los profesores; que son las personas que más tienen contacto con los niños. ojalá algún día las cosas cambien y se acabe el machismo.

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  8. El peso del acoso sexual sobre los menores y no tan menores, recae sobre toda la sociedad, incluyéndonos nosotros mismos. Es una pena que en nuestra cultura cada vez tengan menos cabida el respetar a las madres, abuelas, hermanas y personas de todo tipo. Casi diría que hay más respeto por los animales que por los humanos. Así vamos... para mi el respeto va más allá del no hacer daño, abusar o acosar... el respeto nace de muy adentro y tiene que ver con la honra, y la devoción por el cuerpo, la sexualidad y la personalidad del otro/a. Somos humanos y por lo tanto también tenemos una parte divina...

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