miércoles, 22 de abril de 2015

Mi primera vez (relato lésbico)

Los lectores, que ya me conocéis un poco, sabéis de mi osadía en intentar relatar desde mi femenino, sintiéndome como si fuera una mujer. El reto se acentúa, aún sintiéndome muy hombre, adoro a la mujer que llevo dentro y os la ofrezco con todo mi cariño, le he puesto el nombre de Melisa, en recuerdo de alguien muy especial.
Ahí va su relato:
Estaban a punto de echarnos de la pizzería, eran pasadas las 12 y ya estaban recogiendo sillas y mesas. Pagamos y, al salir a la calle, Sara me dijo “¿qué te parece si nos tomamos un mojito en casa?” Ella y yo éramos buenas amigas y cuando salíamos nos gustaba charlar hasta muy tarde. Inmediatamente le dije que sí porque deseaba estar más rato con ella y no tenía ganas de ir a un bar de copas.
Andamos tres calles charlando amigablemente de nuestros hijos y de nuestros ex, hasta llegar a su piso, un piso amplio con un gran comedor salón y una excelente terraza. Nos instalamos allí; hacía calor y la conversación fue subiendo de tono. Sara sacó un par de mojitos en una bandeja, con el hielo bien picado, su hoja de hierbabuena y su olor típico a Caribe. “Puedo hacer más…” me dijo, o sea, tenemos para rato y no hay prisa…
La conversación había derivado hacia la escasa, y poco satisfactoria, sexualidad que teníamos desde que nos habíamos separado, y ante la escasez de hombres que valieran la pena. Empezamos a hablar de las ventajas de la masturbación, de algunos vídeos porno de Erika Lust y de algún que otro consolador maravilloso. Sara se sacó la blusa y se quedó con su pantaloncito corto y sus sujetadores negros. ¡Qué bien se conservaba la jodida a sus cuarenta y tantos! “Espera, te voy a enseñar el último que me he comprado”, me trajo un consolador de color azul, con una forma de delfín, que hacía maravillas en el clítoris y en el punto G, ¡caray con la niña! y parecía tonta.
Con el segundo mojito también me saqué la camiseta y, de forma casi instintiva, al sentarme, arrimé mi silla más a ella. Nuestra conversación, esta vez a la luz de la noche, sin vecinos molestos y con el calorcito de la bebida, era la más alta de tono que nunca habíamos tenido. Nos conocemos desde mi primer trabajo, antes de casarme, allá por los 23 años, aunque con ella no había sentido nunca, dentro mío, tanto deseo como aquel día.
Me invitó a entrar, el ambiente exterior empezaba a refrescar y creo que las dos empezábamos a sentir un cierto deseo de intimidad. El sofá era cómodo y puso una música muy sensual de Barry White, suspiró y casi se tumbó, poniendo sus piernas sobre las mías.
Creo que sentí lo mismo que ella, la miré y ella me devolvió su mirada, parecía como si lo hubiéramos planeado y, sin embargo, estaba surgiendo de forma totalmente natural; yo estaba deseando acariciarla y ella me estaba diciendo un sí de corazón, con su profunda mirada.
Me quité el sujetador y liberé mis pechos y mi corazón al aire que nos acariciaba a las dos. Con esta sensación empecé a acariciar sus pies, los dedos, ¡qué lindos y pequeños eran! Subí por sus tobillos y jugué un rato con sus rodillas; tuve que inclinarme más hacia ella para poder acariciar sus muslos hasta el corto pantalón y fui subiendo por su ombligo, acariciando su vientre y deseando que se quitase el sujetador. Sonrió, y mi Sara, mi dulce Sara, se lo quitó, dejándolo caer en el suelo.
Estábamos conectadas no sólo en el sentir sino también en el pensar.
No me hice esperar, ascendí hacia sus pechos, acariciando primero su totalidad y luego, con mis dedos, dibujé una espiral, que me acercaba cada vez más, hacia sus crecientes pezones. Fue una delicia sentir en mis manos aquellos pezones que no eran míos, rozarlos, pellizcarlos, muy suave y poco a poco más fuerte; me fui sintiendo más atrevida y al ratito me puse a besar aquellas dos maravillas de mi amiga; Que lindo era sentirlos en mi boca, lamerlos, chuparlos, rozarlos con mis dientes, acariciarlos con mis manos… llegué a su cara, casi tumbada sobre ella y mirándola profundamente, sonriendo, con un amor extraño que nacía de mis adentros, la besé en la boca… éxtasis de emociones, de sabores, de susurros y jadeos; me estaba poniendo muy caliente y, por lo que veía, ella también. Nos abrazamos, la música nos transportaba, y de mi salieron unas lágrimas que cayeron sobre su cara, me separó un poco para ver lo que pasaba… “¿lloras?”, “Si, Sara, lloro porque siento lo mucho que ahora te deseo… no lo podía imaginar…” “no me digas nada, te quiero”.
Las dos nos pusimos a llorar, abrazándonos, besándonos y sobre todo sintiéndonos; el tiempo y el espacio habían desaparecido, ella y yo, unidas y amándonos.
Recuperado el frágil equilibrio entre mis deseos y pasiones, y mis sentimientos y alma, dejé de besarle la cara para descender lentamente por su hermoso cuello, volver a besar sus pechos y, al descender por su vientre, sin mirarla, ni pedirle permiso, desabroché el cinturón, el botón y le abrí la cremallera del mini pantalón. Un aroma exquisito llenó mi sentir de mujer y de forma descarada fui abriéndome paso por su vientre acercándome cada vez más a su recortado y lindo pubis. Tomé aire y empecé a besarla locamente, mientras mis manos le bajaban pantalón y el tanga a la vez, despacio, sin mirarla.
Se arqueó ofreciéndose a mi y lanzó un: “Te quiero Melisa, sigue por favor, no te pares…” acompañado de un suspiro (cómo me gusta!!!). Yo ya había perdido la compostura, la vergüenza, y por suerte hoy mi mente no me hacía preguntas; mi corazón y la pasión de mi hembra interior pasaban por encima de mis pensamientos, era la reconquista del placer verdadero, del que nace de dentro, del que no entiende de sexos, se manifiesta en nuestro cuerpo y se siente en el alma.
Metí mi cabeza entre sus piernas y me zambullí en cuerpo y alma saboreando la belleza, la suavidad, el color, la textura, el sabor, el olor y el sentir del sexo de mi amada, mis dedos acariciaban, buscaban, se humedecían, entraban y salían… mis labios besaban, rozaban, aprisionaban los suyos, mientras mi lengua acariciaba, reseguía, lamía su miel, su delicioso sexo, su clítoris ufano… y quería adentrarse en su íntima cueva.
El deseo, la pasión, un amor loco y desbocado, la sorpresa, lo inesperado, todo ello, con sabor a lágrimas y miel, se mezclaron en mi interior y en el suyo, parecíamos dos lesbianas de un film porno… Sara se había vuelto loca, empezó a decirme guarradas que me sonaron a música celestial: “fóllame, sigue así, más, más, más…”, “soy toda tuya”, “eres divina, qué bien lo haces…”, “después te comeré a ti…”
Enardecida por su pasión, le agarré bien los pechos y mientras se los acariciaba como si fueran los míos, le comí, chupé, sorbí su sexo, como nunca a mí me lo habían hecho, como siempre había soñado que me lo hicieran; empezó a convulsionarse, a jadear a un ritmo trepidante… le metí un dedo, le acaricié con esmero su punto de placer…y estalló. Lanzó un grito que sonaba a victoria, a una victoria que te hace libre, que te devuelve a la vida, un grito que llegaba al corazón y me hacía llorar al sentir su inmensa felicidad, su éxtasis amoroso, su orgasmo total.
Se hizo el silencio, nuestra respiración fue volviendo a la normalidad, nos quedamos quietas en la última postura, mi mano izquierda sobre su pecho, un dedo de mi mano derecha en su vagina, mi cara sobre su sexo; ella abierta de piernas con sus manos agarrando mi cabeza. Sara empezó a llorar de forma dulce, yo saqué mi entrometido dedo y le puse mi mano sobre su sexo, levanté la cabeza y la miré, lloraba y sonreía a la vez, entre sollozos me dijo “me has hecho muy feliz cabrona”, puse cara de sorpresa y se echó a reír… y yo con ella; nos dio un ataque tan divertido que nos dejamos caer al suelo y nos revolcamos sobre la alfombra, como dos niñas, riéndonos, besándonos, amándonos.
“No recordaba el gusto de mi sexo” me dijo Sara, “a mi me ha encantado” le dije yo, “a mi también” contestó y en el suelo se puso sobre mi, formando un maravilloso 69, me agarró bien las piernas y se dispuso a hacerle el amor a mi húmeda cueva , mientras admiraba y acariciaba su hermoso culo, su lindo sexo… el sexo de mi Sara.
La sentí penetrar en mi alma, amarme como nunca jamás lo había sentido, acariciarme diciéndome lo hermosa que era, lamer mi cuerpo y mi sexo hasta hacerme sentir el placer de perderme en mis entrañas, uniendo mi ser al suyo, volando con ella a un paraíso donde amor, placer y sexo se fundían, donde tierra y cielo se hacían uno.
Las delicias en mi cuerpo se sucedían, las sentía aletear en mi interior, me rozaban por fuera y por dentro, se metían en mi corazón, en mi estómago, en mi matriz… pasando por mi vagina y sus labios, por mi boca y los suyos… el aleteo se hacía cada vez más intenso, lo sentía con ganas de salir, en el interior de mi hembra tigre, entre mi sexo y mi ano, con una fuerza creciente que empezaba dentro de mi clítoris y empujaba hacia arriba, buscando mi ombligo, rozando mis pechos, haciéndome caer al vacío, sintiendo la nada, absorbiendo mi alma, estallando en el cielo.
En mi interior sonaron tintineos de cascabeles, estaba en un túnel de luz, los colores y las formas eran femeninas, lindas, suaves, amorosas… era el amor de muchas diosas, el placer de muchas hembras, la felicidad y el éxtasis del paraíso… de lo femenino.
Me costó volver a mi cuerpo, sentir su sexo en mi cara y mi alma en la suya…
Al amanecer despertamos abrazadas a nuestras caderas, los vientres frente a las caras, con nuestros olores penetrando en nuestras almas y nuestros labios besándonos las entrañas.
Melisa

(el lado femenino de Ignasi Tebé)
Escritor, sanador y facilitador de cursos y talleres para Hombres, Singles y Parejas

13 comentarios:

  1. Me lo imaginé de principio a fin... excelente...

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  2. Hay amigas lesbianas que me han felicitado, no era fácil escribirlo desde este lado femenino. La verdad es que adoro tanto a las mujeres que puedo empezar a sentir lo que ellas. Y además ello me hace cada vez más hombre.

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  3. La verdad quiero hacer eso, hay alguien??

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    1. Mi mail es sexoconalas@gmail.com, puedo ponerte en contacto con alguien. Ricardo

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  4. Muy interesante el relato, como una proyección interior ante la escasez de hombres que puedan llegar a ese nivel. Y ante el machismo preponderante, donde sólo buscan su propio placer, que bien; sacaste tu lado femenino , mejor que una mujer.

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    1. Mi mail es sexoconalas@gmail.com, puedo ponerte en contacto con alguien. Ricardo

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  6. Qué bueno como me gusta ese tipo de relatos...

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    1. A mi me gusta escribir relatos que lleguen al corazón y nos digan algo, querido Ángel, ¿qué te ha dicho este relato?
      Un abrazo de corazón: Melisa (Ignasi)

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  7. En este portal erótico para mujeres tienen relatos perfectos para un día lluviso :D. Aquí os dejo una pincelada de uno de ellos: http://www.pasionis.es/relatos-eroticos/relato-erotico-lesbico-la-camarera

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    1. Gracias Aretta, conocemos y somos amigos del portal femenino Pasionis. Un gran portal!

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  8. Soy Sonja McDonell, de 23 años, azafata de Swiss Airlines con 13 ciudades de ultramar, muy tierno con muchas ideas, también en casos de emergencia en mi maravilloso trabajo. El primer sexo lésbico sime con una niña siempre es un hito en la vida de una niña.
    Saludos
    sonjamcdonell@yahoo.com

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