jueves, 26 de enero de 2012

Corazón escritor


Hace días que siento la necesidad de escribir, el deseo de plasmar mucho más que ideas o pensamientos, quiero aparcar mi mente por un rato y poder, o por lo menos intentar, escribir desde mi corazón.

Son días, semanas, meses,… años quizás, que llevo escuchando una voz en mi interior que me agrada y me asusta a la vez, una voz que intenta decirme algo importante, voy a intentar escucharla y transmitir lo que me dicta de la mejor manera posible.

Siento que los humanos estamos donde estamos porque así lo hemos elegido, de forma consciente o inconsciente estamos viviendo aquello que deseamos, en toda su plenitud y manifestación.

Ciertamente la lucha entre lo que pensamos y lo que sentimos nos llega a sorprender, a confundir e incluso a crisparnos hasta hacernos estallar.

Parece todo muy difícil, si nuestro punto de mira es limitado y se centra mucho en todo lo que nos dijeron, en lo que creemos, en nuestros miedos y temores, en los deseos y en los apegos que tenemos a cosas, pensamientos y personas; no lo parece tanto cuando adquirimos perspectiva y adoptamos la actitud de vivir el presente en toda su intensidad, cada instante como si fuera el único de nuestra existencia, cada momento como algo mágico, cuando vivimos con la alegría y/o el dolor de cada momento, jugando a ser lo que de verdad queremos ser.

Hay dos formas de vivir y un paso intermedio, esto es lo que mi corazón viene diciéndome hace tiempo y que tanto he tardado en escuchar,… espero tardar menos en vivirlo.

Existe un inmenso estercolero fangoso, maloliente, asqueroso y un hermoso prado lleno de hierbas y  flores con toda una inmensidad de olores y sensaciones agradables.

La mayoría de nosotros vivimos en el cenagal; dolencias, miedos, tabúes, viejas creencias, rabias, odios, juicios, prejuicios, enfermedades, problemas con el dinero, con las personas, con los hijos, la pareja, los padres, los compañeros,… la lista es interminable.

En este inmenso cenagal los hay que están hundidos, ahogándose, con la mierda (perdonad la expresión, que por cierto repetiré varias veces) hasta el cuello; otros retozan como cerdos, plácidamente en él; algunos intentan salir de allí, se levantan, resbalan, se vuelven a ensuciar, buscan formas de salir, se desesperan o esperan el momento y lugar para volver a intentar escaparse; muchos creen que solo existe esta mierda en la vida de cada uno y se enfadan, pelean, luchan y protestan por estar allí, pero no hacen nada por salir del estercolero, porque creen que fuera de él, simplemente hay más mierda todavía. Hay estercolero para todos los gustos y para todas las necesidades.

Los que intentan salir de allí, tarde o temprano han de pensar hacia donde quieren ir, debe haber otra alternativa, otro lugar mejor, un estímulo, una ilusión para intentarlo primero y para volcarse luego en cuerpo, mente y alma hasta su consecución.

Los que quieren salir de allí han oído hablar de otro lugar donde los humanos son felices, disfrutan de la vida, se tumban sobre los verdes prados rodeados de flores con aromas exquisitos, sienten la humedad del rocío y disfrutan del sol del mediodía, juegan, ríen, se abrazan, se aman,… gozan.

A los del cenagal, nos resulta muy difícil poder creer en ello, porque rompe con todo lo que creíamos válido, con lo que considerábamos normal, con lo común, muchas veces con lo ancestral,… el paraíso no existe,… esto sólo es para unos pocos privilegiados,… ¡qué habrán tenido que hacer para conseguirlo!,… a veces, demasiadas veces, nos resulta más fácil creer en el dolor, en la enfermedad y en la desgracia (es lo normal) que en el placer, la salud y la alegría.

A cada uno le llega su momento de desear la felicidad, puede ser más pronto o más tarde, pero, pudiéndolo alcanzar antes, ¿porqué esperar al final de nuestras vidas?

Cuando tomamos firmemente consciencia de la necesidad de cambiar, debemos dar el sí algún día, el prometernos los cambios para mañana no nos ayudará nunca a conseguirlos; un buen día, por la razón que sea, por un clic, por un hecho, por… algo, diremos que sí al cambio hacia una nueva vida: una vida donde todo tiene sentido, donde el amor se corresponde con la alegría y la felicidad, donde si estás bien por dentro, también lo estás por fuera, donde ganas gozando cada instante, con alegría, jugando a ser tu mismo, arriesgándote sin miedo, venciendo los viejos temores.

Lo que nos ocurre es que, para dar este paso, sentimos que nos falta algo, estamos sucios de la mierda pasada y no nos sentimos preparados para revolcarnos en la hierba, para gozar de las flores,… para sentirnos parte de la Naturaleza, nos hace falta un buen baño.

El baño en estos casos requiere de agua corriente, no de agua estancada que se ensuciará y no nos dejará lo limpios que deseamos estar. Una ducha o un baño en un río, debajo de una cascada, agua que corre, que fluye,… nos concederá la sensación de ser dignos merecedores del paraíso, de la nueva vida.

El fluir es toda una filosofía de vida, ancestral en algunas culturas, primordial en algunas formas de vivir orientales, como en la filosofía Zen (no pienses, no juzgues, déjate fluir).

Fluir es dejarse llevar, es dejarse lavar, es dejar que la porquería de tu cuerpo y de tu alma sea arrastrada a veces suavemente, otras frotando duro, hacia el mar que lo sanará. Fluir es dejar de pensar en todo lo que llevamos puesto y sentir la liberación de quitarnos de encima un montón de peso, de mierda, de pesadillas acumuladas durante años de mala vida. Fluir es dejarse amar por el Universo y la Naturaleza que harán de sanadores; fluir es confiar y entregarse a dejar de ser “el que eras”, para Ser, no el “que quieres ser”, si no, el que “eres de verdad”.

Fluir es abrirse desde la gratitud a lo nuevo y maravilloso del día a día, por absurdo que pueda parecer, por necio que pueda resultar.

¿Ninguno de vosotros, queridos lectores de mi corazón, habéis tenido que agradecer con el tiempo, algo que, en su momento, os pareció una desgracia?

Fluir en el agua es una forma maravillosa de empezar a sentirse limpio y sanar cuerpo, mente y alma, fluir es dejarse llevar por la esencia más pura de lo que somos en realidad, una proyección de la esencia universal hecha hombre o mujer, gracias a la Madre Naturaleza.                                                                                            

Es en este fluir, en este confiar, en el dejarse llevar por el corazón y el alma, cuando el ser humano toma consciencia de sí mismo y de lo que realmente es importante en su vida; dejamos de aferrarnos a todo aquello que ya no nos es de utilidad y empezamos a sentirnos más niños, más puros.

Es desde esta esencia,… de una escondida niñez, cuando tendremos ganas de jugar con lo nuevo que nos depara cada día, cuando los problemas dejarán de serlo, cuando las soluciones vienen gracias a la sincronicidad, cuando la salud es un reflejo de la alegría de vivir, de oler, de gustar, de tocar, de abrazar, de amar y ser amados, de dar y recibir, de tomar sólo aquello que nos apetece e ignorar aquello que no nos aporta nada.

Cuando por fin empezamos a sentirnos niños, aunque sea a ratos, la recompensa es grande y, retozar sobre la fresca hierba, oler las flores, sentirse libre, limpio, sin cargas, empieza a hacerse realidad.

Que lo gocéis plenamente.

Ignasi

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